25/11/2005

«Mi personaje no está desbastado, lo que está desbastada es su realidad»

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Durante toda una tarde, ANRed pudo dialogar con la actriz Carolina Tejeda, protagonista de «Harina», obra que retrata la problemática social de una joven panadera que debe sobrevivir en un pueblo abandonado por el cierre del ferrocarril. Además, nos contó del desafió de abordar este tema sin caer en lo panfletario.


Ya no estamos en medio de ese pueblo fantasma en donde la ausencia del tren ha condenado al olvido a sus habitantes. Tampoco se encuentra Rosalía, la panadera de ese lugar abandonado que no puede dejar de contar historias, pero fundamentalmente de contar su historia, acaso como la única forma de poder seguir existiendo.

Es evidente que Rosalía ya dijo todo lo que tenía que decir y ahora es el turno de Carolina Tejeda, la actriz que todos los domingos sube a escena para interpretar la obra «Harina» y darle vida a esa panadera anclada en medio de sus recuerdos.

«Mi punto de partida fue el cierre de los ferrocarriles y a eso se le juntó mi necesidad de encarar un unipersonal. Quería estar sola en escena». Así comienza la charla con ANRed, esta joven y creativa artista que tiene mucho por contar, y afortunadamente se topó con nosotros, que teníamos muchas ganas de escucharla, pero también de preguntar.

-¿Cómo se logra realizar una obra con un fuerte contenido social, pero sin caer en lo panfletario?

-Y.. eso fue difícil, pero tratamos de centrarnos en ver como el cierre del ferrocarril puede cambiarle la vida a la gente. A un individuo común, como podés ser vos o yo. Es a partir de allí que comenzamos a trabajar; sobre esa individualidad que brota en millones. Se trata de ver como una determinada circunstancia, ligada en este caso a la corrupción, puede modificar para siempre a las personas.

-El punto inicial para la creación de harina fue el cierre de los ferrocarriles. Ahora bien, ¿cómo continuó ese proceso de investigación?

-Trate de conectarme con gente que me aportara una visión enriquecedora sobre el tema, como Juan Carlos Cema que es un escritor que viene investigando hace muchos años el cierre de los ferrocarriles. Tuve varias entrevistas con él. Además de leer sus libros: «Ferrocidio», el cual me resultó demasiado técnico y «El guardapalabras», que es más personal, y me ayudo muchísimo dado que cuenta la historia de su padre ferroviario.

Luego, Carolina, mateada de por medio y con un clima intimista, de miradas francas que se cruzaban una y otra vez, nos hablará de cómo, a partir de ese primer contacto con el tema, el unipersonal fue cobrando vida, mutando, pasando por diferentes etapas hasta transformase en lo que es hoy.

«Es que inicialmente este era un proyecto para presentar en un ciclo de historia organizado por el Centro Cultural Rojas. Y era un camino que estaba emprendiendo sola, pero necesitaba de alguien que me dirigiera. Entonces, me conecté con el director Román Podolsky de quien me gustaban mucho sus obras y, además, identificaba algo en sus trabajos, que yo quería tener para lo mío. A partir de allí empezó un recorrido de búsqueda».

-¿Y cuánto tiempo duró esa búsqueda?

-Estuvimos un año y medio con idas y vueltas, de llegar a un punto y ver que eso no era lo que queríamos. Al principio, teníamos la meta de armar el cuentito; con principio, desarrollo y fin. Pero yo, cada vez más veía que eso no iba. Entonces, empezamos a trabajar con anécdotas que iban surgiendo y que luego se perfeccionaban. Aunque a veces, nos íbamos de mambo, dado que el resultado era muy artificial. Y de nuevo, arrancábamos de cero.

-Harina es una obra profundamente dramática, sin embargo, no cae en los excesos. ¿Fue difícil alejarse de la tentación de recurrir al melodrama?

-No, porque cada vez que aparecía algo de ese estilo decíamos: ¡eso es horrible! Probamos que la noche en que se desarrolla el unipersonal, fuera el día del cierre de los ferrocarriles. Pero todo resultaba tan impuesto. Hasta que nos empezamos a relajar y a crear una persona que pudiera contar a partir de su soledad y la del pueblo su vida, pero sin caer en la depresión porque ella no esta desbastada, la que esta desbastada es su realidad.

-¿Por qué el personaje de Rosalía decide permanecer en ese lugar abandonado?

-Porque ella pertenece a ese lugar del cual no se va a alejar. Es un sentimiento tan fuerte que impide que existe la posibilidad de que ella se fuera. Sin embargo, en un momento, cuando estábamos con el trabajo de la improvisación buscamos que Rosalía se fuera del pueblo. Pero luego decidimos que no, que esa mujer no se va. Ella es eso y allí se queda.

Suena casi a una imposición, a un mandato, como si el personaje de Rosalía hubiera sido apropiado por su actriz. Que, mediante sus deseos, sueños y anhelos. pasa a manejar los hilos que mueven a esa panadera que con el trascurso de la obra, cada vez más se va transformando en la persona de carne y hueso que es Carolina y no a la inversa.

-¿Cuánto hay de vos metido en ese personaje?

-Es que el unipersonal se fue construyendo a partir de cosas personales, las fotos que muestra Rosalía durante el transcurso de la obra, son fotos mías, de mi viejo, de mis primos. Indudablemente hay algo de Carolina puesto en Harina. Es una especie de enfrentamiento contra uno mismo, como una manera de luchar contra la soledad.

-Rosalía le habla constantemente al público arriba del escenario, ¿lo hace como una forma de escaparle a la soledad?

-Sí, puede ser. Pero más que nada eso partió de una búsqueda, de un recorrido, de ir probando que mi personaje, que esta solo en escena, le vaya hablando a la gente. También influyó el hecho de que en algún momento nos pusimos como consigna interna de trabajo, abordar la obra como a un documental, como si vinieran con una cámara y a partir de allí, que el personaje comenzará a hablar.

Daban ganas de quedarse horas conversando con ella, de seguir buceando en la obra y en su personaje, pero debíamos volver. Nos esperaba el tren para llevarnos nuevamente a nuestra casa, afortunadamente, nosotros todavía, mal que bien, teníamos un tren que nos permitía trasladarnos al lugar que quisiéramos.

 Nora Sánchez

 Mariano Minasso



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