Primer Festival de la escena Queer: La afirmación de la diferencia

Durante tres noches, Buenos Aires fue el epicentro del Primer Festival de la Escena Queer, un evento que sirve para respetar la identidad y la diferencia que existe entre las distintas personas. Diversión, creatividad, talento, tolerancia, se unieron para darle vida a este Primer Festival del reconocimiento de lo diferente. Afortunadamente, singulares y distintos ¡¡somos todos!!

Allí está él, ya instalado arriba del escenario, bailando de forma provocativa y desenfrenada, mientras suena el hit «Con tus manos», de la cantante Bebe. José María Muscari tiene puesto un short diminuto y una musculosa verde adherente. Aplausos y risas.

Luego, mira a su público y el también se ríe. Sí, una vez más, el apodado «niño terrible del under» se encuentra en su salsa, haciendo de las suyas para regocijo de todo su público y amigos que lo fueron a ver en la retrospectiva, en donde Muscari recordó, a pesar de sus escasos 28 años, su prolifera y desbordante carrera (¡21 obras!), acompañado de sus criaturas más entrañables, que como corresponde decidieron no dejarlo solo.

Así fueron pasando a escena sus actores fetiche y más emblemáticos (como María Isabel Chiappetti, la recordada legisladora de «Catch» o su actual fuente de inspiración: la legendaria María Aurelia Bisutti, quien debutará en breve bajo sus ordenes con «Piel de chancho») mientras se exhibían fotografías, y se contaban las anécdotas más jugosas sobre el director de «Mujeres de carne podrida», «Grasa», y de sus demás diferentes creaciones, junto también a la presencia de la especialista teatral Ana Durán, quien aportó una cuota de análisis y calidez como la moderadora del encuentro.

De esta manera, arrancó el primer Festival de la Escena Queer que durante tres días se apoderó del Cubo Cultural, ubicado en Zelaya 3053, en la zona del Abasto, y en donde fue posible, como en una caja china, asistir a un show dentro de otro: teatro, música, pintura, poesía, fotografía, bodypainting, performances, moda y diseño, fueron algunas de las más variadas opciones que el festival brindó.

Además de entregarse de forma sorpresiva los Queer Awards -con forma de vagina- a Alejandro Urdapilleta, Barby, Belén Blanco, Celeste Carballo (quien también cantó el primer día del festival), Dani Umpi, Fernando Noy, Fernando Peña, Florencia de la V, José María Muscardi, Liliana Felipe, Marcia Amoroso, Mosquito Sancineto, Peter Pank, Roberto Piazza y Walter Soares.

«La musa inspiradora de este evento fue Muscari, porque vimos que José no entraba a otro tipo de festivales más renombrados». Así, Monina Bonelli, una de las productoras generales y alma máter de este espectáculo junto a Maruja Bustamante y Florencia De Angelis, se encarga de explicar el nacimiento de este primer festival, que seguramente se impondrá con el correr de los años.

Y justamente esa es la expectativa de los organizadores: convertir a Buenos Aires, en el referente queer de toda Latinoamérica, por eso la participación de artistas invitados de Uruguay y Venezuela. Además, sostiene Bonelli «el Festival sirve para reunir una gran cantidad de manifestaciones artísticas que se dan espontáneamente en otros contextos y esto posibilita que la gente que no esta habituada o que no conoce mucho de esta movida se integre».

Pero a pesar de que Muscari fue la gran atracción del festival, también fue muy bien recibido y aclamado el estreno de «El año de Lewerbust» la pieza de Cristian Morales, que pone en foco, de manera certera, la diversidad cultural y racial.

Ahora bien: la pregunta sería por qué la utilización de un término: queer (que en su definición literal del diccionario inglés significa extraño, raro, desde un punto de vista convencional y que luego despectivamente mutó para calificar a los homosexuales) es puesto como eje identificador de un festival.

«Lo queer, no es sólo lo raro, sino que esta mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos, dado que todos tenemos una parte queer adentro nuestro y esto es una forma de demostrarlo», estas palabras pertenecen a uno de los protagonistas de «El año de Lewerbust», obra que, precisamente, aborda una historia con personajes de todas las etnias y razas que confluyen en un mismo ambiente y cada cual tiene la particularidad de tener el espíritu queer en diferentes aspectos, tanto físicos como emocionales.

Para Muscari, «lo queer no tiene que ver únicamente con la referencia explícita a la sexualidad, lo que hay es una referencia para meterse con ella, pero no por eso es algo que lo defina».

Es evidente, entonces, la necesidad de apropiarse del término y darle otro significado, ligado al arte, a la creación y a lo innovador, desplazando ese contenido sexual y ofensivo utilizado por los que siempre intentan rotularlo todo, acaso, como una manera defensiva de afirmarse ante su propia inseguridad.

Otro que también brindó su opinión fue Mosquito Sancineto, al argumentar que «desde lo social este evento es un escalón más para remediar muchas almas que fueron por años duramente castigadas».

Sancineto, quien, además, desplegó todo su carisma e ironía, como conductor de una de las secciones más desopilantes de la noche: «El minuto queer», en donde alguien tenía que subir al escenario y por sesenta segundos hacer lo que quisiera. Todo un desafió que pocos se atrevieron a enfrentar, como un hombre mayor que eligió recordar cómo en la época de los militares los homosexuales y travestís eran perseguidos y discriminados.

Abucheos y silbidos se escucharon ante esta evocación, pero luego todo siguió con el animo bien arriba, tanto como la música electrónica que ya comenzaba a romper unos cuantos tímpanos. Era evidente que la fiesta recién estaba comenzando, lo difícil era decidirse por alguna de las numerosas opciones que el evento ofrecía.

Diversión, creatividad, talento, tolerancia, en fin, palabras sueltas que se unieron para darle vida a este Primer Festival de la Escena Queer, que ojalá con los años venideros vaya sumando una mayor adhesión de la gente y que sirva como una forma de integración, pero, a partir del reconocimiento de lo diferente, porque, afortunadamente, singulares y distintos ¡¡somos todos!!

Por Mariano Minasso