28/10/2005

«El arte es tan influyente como la política»

jardin02.jpg Alberto Noberasco y María Alejandra Bonetto, protagonistas de la obra «Desde el Jardín» hablan sobre la construcción de personajes tanto en el teatro como en la política.


¿Qué desafíos les planteó la puesta en escena y la construcción de los personajes de «Desde el jardín»?

Alfredo Noberasco – Los desafíos, a nivel personal, fueron grandes. Era una idea que yo tenía hace unos años (tres por lo menos), y lo plasmamos a través de Edward Nutkiewicz, que es el que adapta las obras que venimos haciendo en el Grupo El Bardo desde hace cinco años.

Es una novela que fue un best-seller, muy conocida, hecha por un gran actor, como Meter Sellers»¦ Para mí fue como un estado de enamoramiento permanente. Y el desafío, a nivel personal, es que yo soy la antítesis de lo que es Carlos Jardinero. Yo soy muy histriónico como actor, con bastante energía y movimiento, y con un despliege corporal importante, que es mi característica. Y acá tuve que trabajar todo lo contrario: la quietud, un trabajo interior, con unas líneas de pensamiento permanentes; trabajo la observación»¦ Pensemos que todo gira en torno a este personaje. Todos accionan, menos él. El tiene un ritmo muy particular, casi el ritmo de las plantas.

Notamos que el personaje que componés resulta algo más robótico, o sea, está más alienado que el interpretado por Peter Sellers en la película. ¿A qué responde esto?

A.N. – Salió así. Yo siempre digo que es un personaje profundamente humano. Quizás no salió del todo como pensaba»¦ Pero salió así. No había un objetivo de que sea robótico. Al contrario… Lo que pasa es que tiene una línea de pensamiento que es única; tiene un objetivo muy claro, y responde desde lo que él sabe, que son las plantas. Su mundo fue siempre el jardín.

En el momento de ensayar la obra, ¿sintieron el peso de que ya había una película que había logrado muchas repercusiones, o empezaron de cero y se olvidaron de eso?

María Alejandra Bonetto – Más que peso, es la referencia que existe con la película, porque es inevitable. Si bien la novela fue un best-seller de Jerzy Kosinski, el hecho de haber tenido una película con Peter Sellers y Sherley Mc Lane»¦ Son personajes que, de por sí, te generan una referencia constante en la actuación y composición de los personajes.

Pero no fue un peso. Porque lo que quisimos, justamente, es despegarnos de la película, que era lo mejor para evitar tantas comparaciones. Es una cosa distinta. Es otra mirada sobre la novela.

En la obra vimos presentes los conceptos de «verdad» y «mentira», mostrados como dos conceptos endebles, que se sostienen por el poder que los define como tal.

A.N. – El personaje de Jardinero habla desde la verdad permanente. Inclusive, yo creo que el poder es el gran tema de la obra. Jardinero habla desde una verdad permanente y, de alguna manera, esto le conviene al poder, porque el poder de turno (político, mediático, económico, etc.), en una parte de la obra dice: «Jardinero no tiene antecedentes, no existe. Nos viene muy bien a nuestra causa y, es más, creo que piensa como nosotros y además da muy bien en TV»»¦

M.A.B. – Yo creo que la «verdad» y la «mentira» es todo un tema, más allá de Kosinski, que lo trató particularmente acá, de modo filosófico. Creo que hablamos de verdades mentirosas y mentiras verdaderas que se plantean en la obra. Gracias a dios, la lectura de la obra es muy amplia, pero creo que Kosinski está tratando de plantear que, en realidad, la mirada a la imagen (en este caso, televisiva), o la mirada interpersonal, es lo que construye la realidad, y eso no es verdad o mentira. Es la construcción que el otro hace de la realidad.

De alguna manera, podés decir: «ésta es mi verdad»»¦ O es una gran mentira. En eso está la gran metáfora de esta obra, que te plantea la ambigüedad permanente de lo que se está viendo: si es la construcción del poder o si es la construcción interior»¦

Por ejemplo, mi personaje es una señora ricachona que es una especie de mujer de Rockefeller, frívola, pero al mismo tiempo, con una gran soledad y un gran vacío, que se engancha con el Jardinero a partir de lo que ella quiere ver en este personaje. Porque es una construcción que ella hace, a partir de una necesidad que tiene de ver en él lo que no hay a su alrededor.

Su marido, en cambio, es traído por Jardinero porque es funcional a su proyecto de continuar en el poder económico y político. De alguna manera, todas son verdades mentirosas, porque es una gran construcción de la realidad.

Eso nos lleva a pensar, también, el papel de los ciudadanos, que muchas veces eligen a partir de imágenes, o sea, votan ídolos con pies de barro»¦

M.A.B. – Exactamente. Creo que uno de los grandes temas de esta obra es el de los medios de comunicación. Más que nada, llama a aprender a ver, en «recepción» lo que te dan en «producción». En «producción» están negociando desde el dueño del canal, el gran poder económico y el poder político. En esa negociación, te construyen ídolos. Y la «recepción», que somos nosotros, los ciudadanos, tenemos que estar educados para saber leer lo que nos han construído para que fulano sea el candidato de turno.

Una forma de educar – como leer y escribir – es educar también para saber leer qué nos están dando los medios de comunicación. Porque hoy por hoy los medio constituyen el gran poder. Si uno no tiene la capacidad o educación para saber leer, analizar y deslindar lo que te venden de lo que hay atrás, es una especie de ignorante.

Ustedes, cotidianamente, tienen que construir un personaje para actuar, ¿qué sienten cuando a distintas personas se les construye un personaje para llegar al poder?

M.A.B. – A esas personas se les construye un personaje porque así venden más marketineramente. Marguerite Durás decía que los «actores son políticos y los políticos actores», porque hay mucho de actuación en la política (cada vez más), y en los actores hay cada vez menos construcción del personaje como construcción desde el sentimiento y más armado de «la maqueta para TV» o el show business y no buscar el personaje desde un lugar interesante para componerlo. O sea, en los dos bandos se pueden armar esos figurones que ustedes se refieren.

A.N. – Claro, pero la diferencia con el político es que el trabajo del actor es un juego, y el del político no debería ser un juego. El del actor es un juego permanente, es el cómo que»¦

M.A.B. – Ahí difiero: es un juego, estoy de acuerdo, pero al crear un personaje estás haciendo arte, y el arte es tan influyente como la política. Es tan peligroso e importante y tan serio que»¦

A.N. – A lo que yo me refiero es que yo, como actor, «juego» a ser torturador, por ejemplo, en «El Sr. Galíndez», de Pavlovsky, pero no lo soy de verdad. Es decir, el actor es más «naif». El político que se quiera parecer al actor, que se parezca, pero tiene otra responsabilidad»¦

M.A.B. – Yo no creo que el actor sea «Taif».

A.N. – No me refiero a eso»¦ El actor juega permanentemente, la responsabilidad del político es otra. Yo juego a la guerra, pero no la hago»¦

M.A.B. – Para mí, la responsabilidad es la misma, pero en otra dimensión»¦

A.N. – Si yo jugué mal y elegí mal los caminos, jugué mal. Pero si el político juega mal, la responsabilidad es otra. Eso quiero decir»¦

M.A.B. – Lo que digo es que el disparador en el público trae consecuencias, no es «naif»»¦

A.N. – Sí, pero nadie es torturado, nadie se muere de hambre, nadie deja de ir al colegio»¦

M.A.B. – Por supuesto, pero para mí es tan fuerte la consecuencia de «comerle el coco» al otro que, por ejemplo, podés convencer al otro de que vote a un tarado que luego aprieta un botón y explota el mundo»¦
Todo trae una responsabilidad y tiene sus consecuencias.

A.N. – Sí, culturalmente sí»¦

M.A.B. – Desde el momento en que la política es cultura, y el arte es cultura y política, nada es «naif»: todos tenemos nuestras responsabilidades.

Por Fernando Ruffa

Recibimos información cultural a anredcultura@yahoo.com.ar

(Ver análisis de la obra en la misma sección)



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