11/07/2015

Y volvimos al Nacional: mercantilización, Copa América y resistencias en el fútbol

estadio_nacional_de_chile.jpg Hace ya quince años, uno de los equipos más importantes de Chile, la Universidad de Chile («la U»), volvía a primera luego de su descenso a la segunda división del fútbol, jugaba nuevamente en el Estadio Nacional, y la vieja ilusión de ser campeones de primera alguna vez, como lo fuimos en los años 1959, 1962, 1964, 1965, 1967 y 1969, renacía.
Por Patricio Malo, para ANRed.


Paralelamente, en Chile volvía la «democracia”, luego de 17 años de dictadura encabezada por Augusto Pinochet. Vuelta democrática, que se basó en un consenso de las clases dominantes en que se acuerdó, entre otras tantas cosas, mantener y perfeccionar el nuevo modelo neoliberal en lo económico, social y cultural.

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La cárcel: Estadio Nacional de Santiago

La U volvía al Estadio Nacional, que fue un centro masivo de detención durante la dictadura, más de 40.000 prisioneros y prisioneras estuvieron en dicho lugar desde el día posterior al Golpe de Estado, es decir, el 12 de septiembre de 1973 al 9 de noviembre del mismo año.

El 22 de septiembre de 1973, por presión internacional, fue permitido el ingreso de periodistas chilenos e internacionales al lugar, gracias a esto hay archivos fílmicos y fotográficos. Posteriormente a esta visita, los prisioneros son trasladados a las escotillas del estadio, donde esperaban que los fueran a buscar los militares para ser llevados a las pequeñas salas de interrogación, mientras todos los domingos se escuchaban por los altoparlantes distintas marchas militares.

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Más allá de las marchas militares, los prisioneros organizaron un coro de canto lírico, juegos de dominó con palitos de helados y la entretención de ver cortar el pasto y gritar: «Â¡Goooooooool!”, cada vez que la máquina pasa por la línea de meta en los arcos.

La vida alrededor del estadio

Las prisioneras estuvieron separadas de los hombres, en el sector de la piscina olímpica del estadio. En el periodo en que funciona el estadio como centro de detención hubo poco más de 1000 mujeres detenidas.

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En los alrededores cientos de personas, en su mayoría mujeres (porque los hombres y los niños eran sospechosos de ser terroristas y podían ser detenidos), familiares de detenidos y detenidas, se amuchaban esperando saber algo sobre sus seres queridos.

Cada mañana, por los altoparlantes, se leían las listas de prisioneros, los que les pedían que se dirigieran al llamado «Disco Negro”, circulo negro dibujado en un costado de la cancha, eran los quien esa jornada iban a ser interrogados en el velódromo y, por ende, torturados salvajemente.

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Como narra el periodista deportivo Alberto «Gato” Gamboa, quien fue llamado al «Disco Negro” en 7 oportunidades: («¦) «cuando caminaba hacia el velódromo, lo hacía en sus propios pies, devuelta ya no existía ninguna seguridad de eso, lo más probable que volvieran del brazo de sus compañeros, metido en una frazada como camilla. Ir al velódromo era como irse al infierno”.

El día del gol de honor

En noviembre de 1973 se terminó el infierno en el estadio, gracias a que se debió jugar un partido por las eliminatorias para el Mundial de Alemania «™74: Chile vs Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el 21 de noviembre.

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La URSS se negó a disputar el partir y no se presentó, como rechazo a la dictadura pinochetista. Lo que disparó inmediatamente la decisión de los dirigentes del fútbol chileno de montar un decadente espectáculo, para que la selección chilena convierta un «gol del honor”, ante un vacío pórtico soviético.

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En este modesto pasaje del futbol chileno, sin adversarios y signado por la crueldad dictatorial, que secuestraba, torturaba y mataba por miles en las entrañas de aquel campo de juego, el fútbol volvió a ser cómplice del terror en defensa «“siempre- del capital.

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Al 9 de noviembre se reconocen oficialmente 38 ejecuciones en el Estadio Nacional, claramente fueron muchas más. Respecto a los liberados, se dicen que fueron más de 5000 y 900 siguieron detenidos, y trasladados a diferentes Centros Clandestinos de Detención de todo Chile.

Los «™90, las puertas al neoliberalismo

Volviendo a los noventas hay que recordar que un problema estructural que tiene la U es que jamás ha tenido su propio estadio y siempre ha tenido que alquilar el Nacional o el Estadio Santa Laura, perteneciente a la Unión Española. Con el neoliberalismo y la promesa de progreso, también se abrieron las promesas de un estadio para la U.

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Con la democracia nacieron «los de abajo”, la hinchada de la U, los que se venían conformando desde fines de los años 1980 con aquellos jóvenes que se ubicaban en el sector más cercano a las rejas que dividen galería y cancha. «Los de abajo” se constituyeron, y se fortalecieron, al fragor de los partidos de la U en la segunda división.

Las galerías «“tribunas- del Estadio Nacional fueron el escenario donde se trenzaron las primeras luchas para sacar a los elementos fascistas de la barra de su equipo, y de otros, demostrando que incluso en las galerías se puede construir organización de base con perspectivas políticas.

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Como el Movimiento Marginal Guachuneit (MMG), o simplemente el Guachu, que con una actitud contestataria, inundó las calles de rebeldía los primeros años de la década del «˜90, apoyando a los presos políticos, a los sin casa y a los estudiantes contra la mercantilización y la funesta Ley Marco (su símil en Argentina fue la Ley de Educación Superior-LES), utilizando al estadio como un amplificador de las demandas populares.

Mercantilización del deporte y el fútbol como espectáculo

Los años han pasado y la mercantilización de la vida ha aumentado. Desde 2007 la U es una sociedad anónima (Azul Azul SA).

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En la actualidad el fútbol es una mercancía más, pero que no sólo se mueve en el libre mercado: el juego y la felicidad que produce se regula en la bolsa y sus canales del capital ensangrentado (porque en los «˜70 para seguir con la mercantilización de la vida tuvieron que bañar con la sangre de nuestros pueblos el capital y el pasto del estado), sino también es extraeconómico, es político, es una suerte de bálsamo que suaviza las heridas de una vida en que todo esta mercantilizado, con una crisis política en Chile en que este bálsamo, junto otros placebos como las reformas a la educación y laboral, son sólo una ilusión para tranquilizar y estabilizar un sistema corrupto, al igual que la FIFA con los últimos escándalos.

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La Copa América, es la táctica de los ricos y poderosos para calmar las aguas, sin memoria, sin esperanza, con la ilusión de un símbolo, más bien un mero fetiche. Pero algo que nos enseñaron los momentos vividos durante los años «˜70 y «™90, es que incluso en las galerías del estadio y en ese fútbol popular (popular de pueblo, de clase, no de populistas que buscan conciliar clases), se construye una resistencia subterránea que puede ser una pequeña, pero valiosa, práctica y experiencia que prefigure las relaciones y las luchas que deberemos construir para la felicidad más plena y en donde los pueblos de América, con sus colores y sabores podamos jugar, pero jugar para gozar, no para que los corruptos lucren.

Indicios de la resistencia posible

Pero la Copa América también pudo (y lo fue pese al cerco mediático), ser una plataforma comunicacional de los de abajo, para mostrar que no todo era felicidad y que los trabajadores siguen en huelgas por salario y contra el trabajo precario.

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También sirvió, para visibilizar a los estudiantes que siguen en las calles por una educación gratuita, al servicio del pueblo y los trabajadores, de calidad y libre acceso, pese a la represión policial de carabineros y los esbirros del capitalismo que no necesitan uniforme. Como consecuencia de esta práctica sistemática dos jóvenes estudiantes fueron asesinados en mayo pasado en Valparaíso.

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O pudo servir además, para mostrar que los únicos interesados en los nacional-chovinismos son dueños de todas las cosas, como lo que sucede con la decisión del dictador Pinochet de apoyar a Gran Bretaña en el conflicto con Argentina por Malvinas. Las gradas nuevamente, visibilizaron ciertos sectores que apoyan el reclamo de soberanía del vecino cordillerano.

La Copa América fue una pequeña táctica, una oportunidad, además de un lugar para gozar de buen fútbol, para ir terminando con los «discos negros” del miedo y el dolor -y por qué no, en un mañana no tan lejano-, con el capitalismo y quienes lo sustentan.



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