18/06/2018

Alberto Santillán, el hijo de Darío

El Día del Padre puede ser uno de los grandes momentos del consumo que impulsa el capitalismo, y a la vez un día de encuentro y reconocimiento. El caso de Alberto Santillán, papá de Darío – asesinado en la Masacre de Avellaneda (2002) junto a Maxi Kosteki – es una de la singularidades donde la lucha y el martirio del hijo, dieron nacimiento a un nuevo padre: el padre que lucha, se instrumenta e interviene en las batallas políticas en favor de su pueblo contra el poder que regentea la miseria y el despojo. De ese modo, podría decirse – sin error – que Alberto Santillán, lleva hoy el apellido de Darío. Por Oscar Castelnovo / Fotos: Juan Cicale.


Luego de que el entonces jefe de Gabinete, Alfredo Atanasaff dijera en 2002 que «si cruzan el Puente Pueyrredón será una declaración de guerra», la cacería tuvo por un lado a piqueteros con palos y, por el otro, a las fuerzas represivas con balas de plomo.

La «Guerra» fue comandada, entre otros, por el entonces presidente Eduardo Duhalde; el gobernador, Felipe Solá; su ministro de Seguridad, Luis Genoud; el ex jefe de Gabinete Alfredo Atanasoff; el ex secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández; y el ex secretario de Seguridad Interior, Juan José Álvarez. También actuaron Carlos Federico Ruckauf, antecesor de Solá en la Provincia; y el entonces ministro del Interior, Jorge Matzkin, uno de los primeros en hablar de «una pelea entre piqueteros».

A Alberto Santillán le pasaron por encima «diez tanques de guerra», al decir de Cristina (mamá de «Fili, luchadora en Pergamino), cuando asesinaron a Darío aquel 26 de junio de 2002. Sin embargo, supo como levantarse, ponerse en guardia, alzar la voz y a puro corazón, es hoy un referente de la lucha contra el genocidio que sufren los más débiles en un ordenamiento cruel.

Es un hombre colorido al relatar sus anécdotas de vida, la risa le ilumina el rostro, contagia e invita al vino – el toma cerveza – y al diálogo.

Sus ojos alternan entre la seriedad, el dolor y el júbilo. Su mirada da cuenta de un hombre de titanio, a pesar de los tanques.

Donde quiera que esté, Darío sonríe con orgullo al ver al padre que él supo forjar.

Por estas razones, en este el Día del Padre vaya nuestro reconocimiento, en el nombre del padre, al hijo de Darío.



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