02/06/2018

Otra vez sopa: nueva caída ante el FMI

La corrida cambiaria y la recaída en el FMI cambiaron la situación político-social del país. Una imagen que sintetiza este cambio frente a las movilizaciones crecientes es la instalación de rejas fijas de gran altura en la histórica Plaza de Mayo y la imposición de nuevos roles a las FFAA. Es como si el gobierno confesara: seguiremos en esta línea y nos preparamos para lo que venga. Por Eduardo Lucita / Foto: ANRed.


Desde su ingreso al FMI, en 1956, nuestro país lleva firmados numerosos acuerdos. El primero de ellos fue bajo la presidencia de Arturo Frondizi en 1958 y el último en 2003 bajo la presidencia provisional de Eduardo Duhalde. En el medio hay otros 24, firmados tanto por gobiernos elegidos por las urnas como de facto, liberales o desarrollistas. La suma de todos estos préstamos es de 20.700 millones de dólares, no está incluido el Blindaje de los tiempos de De la Rúa, que incluía fondos del Fondo y de varios organismos internacionales. Sin embargo, se recuerda que el descalabro de la convertibilidad fue disparado por la negativa del Fondo a efectivizar el tercer desembolso del acuerdo firmado en 2001. El saldo de estas experiencias es claramente negativo, siempre impusieron ajustes, recesión, desocupación.

El pasado que no pasa

Esta historia de seis décadas precede al actual regreso al FMI del gobierno de Macri y justifica plenamente los temores que tienen las personas de repetir una experiencia, cuyo recuerdo no es nada agradable. Es esa línea invisible que transmite la experiencia histórica de generación en generación la que está presente en las reacciones sociales de esta coyuntura. Es una suerte de deja vu, término francés que se traduce como “ya visto” y que según su definición “describe la sensación que experimenta una persona al pensar que ya ha vivido un hecho con anterioridad”. En este caso es el recuerdo que tienen millones de nuestros conciudadanos de lo que han significado las cartas de intención firmadas con el FMI en oportunidades anteriores. No en vano las encuestas muestran que más del 65 por ciento de la población rechaza el acuerdo. Pero si el pasado nos rememora esos recuerdos negativos es la percepción de lo que traerá el futuro inmediato de la mano del acuerdo con el Fondo lo que enciende las alarmas y hace reinar la incertidumbre. Lo que iba a ser un trámite rápido mutó a seis semanas y parece que se está demorando; lo que iba a ser un préstamo flexible o precautorio ahora es un clásico stand by, un viejo conocido nuestro; el monto original de 30.000 millones de dólares oscila ahora entre 20.000 y 50.000; si en principio el acuerdo regiría por 36 meses, cubriendo las necesidades financieras del gobierno hasta fines del 2019, ahora se rumorea podría extenderse a cuatro años.

El ajuste que viene

¿Cuáles son los puntos conceptuales en los que incluiría el acuerdo? Libre flotación del tipo de cambio; poner fin al financiamiento monetario del presupuesto; dejar atrás el método de metas de inflación y reemplazarlo por estrictas metas de expansión monetaria; reducir sustancialmente el déficit fiscal primario y mayor apertura comercial. Paralelamente es seguro que insistirá en mayor flexibilidad en las relaciones laborales y en rebajar las cargas impositivas. Puesto en números: según trascendidos, el programa implicaría un ajuste adicional sobre el ajuste ya previsto por el gobierno de unos 8.000 millones de dólares de aquí al 2019. Por lo que el déficit fiscal, hasta ahora de 3,2 por ciento del PBI, bajaría a 2,5 este año y a 1,5 en el año próximo. No hay claridad todavía en que ítems del gasto público recortar, esto forma parte de la discusión con los tecnoburócratas del Fondo pero también al interior del gobierno y de este con los gobernadores, también con fracciones del gran capital, las que hasta ahora lo han apoyado sin fisuras. En lo que no hay dudas es en que la actividad económica caerá, que el empleo sentirá el cimbronazo, que la caída del consumo perjudicará los ingresos al fisco, por lo tanto habrá que redoblar el ajuste. Distintas consultoras pronostican una recesión para el segundo semestre con un crecimiento del PBI entre 1 y 1,5 para este año. ¿Qué pasará en el 2019 -año electoral- cuando el esfuerzo fiscal según el paquete a firmar sería mayor?

¿Quién se hace cargo?

Tanto el director de Comunicaciones del FMI, Gerry Rice, como su directora ejecutiva, Christine Lagarde, han afirmado que “es un programa que pertenece a la Argentina (…) íntegramente concebido por el presidente Macri y su gobierno”, mientras que diversos funcionarios del gobierno han dicho que “lo que nos pide el Fondo es lo mismo que nos piden los mercados”. Una segunda lectura permite inferir que en realidad el Fondo está diciendo nosotros solo ayudamos financiando un programa del gobierno, por lo tanto nos lavamos las manos de sus resultados, mientras que el gobierno cuando busca alianzas con la oposición para el presupuesto 2019, está en realidad buscando socios con quien repartir los costos políticos del ajuste. Mientras tanto, frente a las movilizaciones crecientes, el gobierno no tiene mejor idea que instalar rejas fijas de gran altura en la Plaza de Mayo y estudiar un decreto que asigne nuevos roles de seguridad interna a las Fuerzas Armadas. El periodista estrella de La Nación, Carlos Pagni, se preguntaba días atrás: “¿No será que el gobierno está pensando en una mega recesión que implica reprimir más duramente?”. Pronto lo sabremos.

Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda)



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