19/05/2018

Un fusilamiento, el cilindro y un sueño de homenaje

Lito es capaz de olvidarse de los detalles más evidentes de su vida cotidiana. Pero no de lo que vio ese día en el Cilindro. Jamás de los jamases se le va a borrar de la memoria esa escena espeluznante que todavía hoy, 41 años después, le eriza la piel. A cualquiera que hubiera observado lo que él observó le pasaría lo mismo. Por Coordinadora DDHH del Fútbol Argentino.

El 20 de febrero de 1977, Lito se entusiasmó a lo grande con el debut a lo grande de Julio Ricardo Villa con la camiseta de Racing. Golazo del refuerzo estrella, llegado desde Club Atlético Tucumán, para ganarle a Chacarita por la mínima y encarrilar la ilusión de un club que iba camino a cumplir una década alejado de la gloria deportiva. Entre tanto festejo, Lito perdió el anillo de compromiso ese domingo y se las rebuscó como pudo para explicárselo a su prometida. Habitué del estadio, regresó el martes con la esperanza de que alguien hubiera encontrado el tesoro que le iba a permitir mantener en pie su pareja. Y ahí vio lo que nunca había imaginado ver: restos de cuerpos humanos desperdigados contra una reja.

Como de costumbre, el Gallego, otro feligrés del hogar académico, llegó al Cilindro el martes a la tarde y fue directamente a verla a Tita. “No sabe lo que pasó a la madrugada”, le dijo conmovida Elena Margarita Mattiussi, o sea Tita, o sea el alma del Cilindro. “Mire, mire”, agregó como para no tener que narrar lo inenarrable. El Gallego abrió los ojos sin terminar de comprender, respiró lo más hondo que pudo, lamentó que la persiana que protegía la Puerta 19 estuviera agujereada por las balas y desenrolló un sinfín de preguntar para intentar entender lo que no debería caber en la condición humana.

Micaela Polak, socia de Racing y periodista, se enteró de lo que vieron Lito, Tita y el Gallego cuando leyó “Corbatta, el Wing”, el libro de Alejandro Wall que retrata a Orestes Omar Corbatta, y se puso a investigar lo que hasta ese momento nadie había investigado: el fusilamiento de seis personas contra una de las paredes del Estadio Presidente Perón. En notas publicadas en Página/12 y en UN CAÑO al cumplirse cuatro décadas de la masacre ejecutada por la dictadura que gobernó el país desde el 24 de marzo de 1976, describió el contenido de un acta elevada por Jorge Héctor San Félix, jefe de la Sección Regional #Lanús de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), en la que se afirma que hubo un enfrentamiento que dejó como único saldo la muerte de seis militantes, a los que el texto policial denomina “delincuentes extremistas”. En el contexto de un plan sistemático de exterminio perpetrado por un proceso genocida que buscó destruir el entramado de relaciones sociales fundadas en la solidaridad, en la autonomía y en la voluntad de cuestionar un orden social injusto, era frecuente que los secuestros, las torturas y los asesinatos se camuflaran en discursos que pretendían reflejar una guerra.

Los genocidas pretendieron borrar las historias individuales para borrar la historia. En muchísimos casos, también escondieron los cuerpos de los desaparecidos. A Polak la desvela no saber los nombres de los fusilados del Cilindro: “El objetivo es conocer quiénes eran. El Equipo Argentino de Antropología Forense – EAAF viene haciendo un gran trabajo en el sector 134 del Cementerio de Avellaneda, que es donde probablemente estén enterrados. Pero todavía no hay certezas”. Con el apoyo de otros simpatizantes, presentó un proyecto para que #Racing realice un reconocimiento a las víctimas adentro del estadio. La propuesta todavía aguarda la respuesta de la comisión directiva, que le prometió tratarla en el corto plazo. Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo y emblema del movimiento de Derechos Humanos en el país, se sumó a la campaña a través de un video que ya circula en las redes sociales. Alejandro Almeida, su hijo , secuestrado el 20 de junio de 1975 en la puerta de su casa en el barrio de Palermo, era hincha y socio de la Academia.

Lito no olvida. El Gallego, tampoco. Siempre un tema del presente, la necesidad de memoria, de verdad y de justicia empuja a que el pasado se empecine en regresar cuando menos se lo espera. Tras 40 años de silencio, las historias reaparecen porque la historia no puede aniquilarse. Aunque haya quienes pretendan convencer sobre el valor del silencio, los estadios, como el Cilindro, como tantos otros, rechazan ser cómplices de cualquier atajo hacia la impunidad.

PH: Archivo Histórico Racing Club



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