02/03/2018

Nicolás Repetto: todo lo que ya fue

Nicolás Repetto volvió a dar la nota en El Noticiero de la gente, informativo central de TELEFÉ. Esta vez, reporteando a una víctima de abuso sexual, recayó en lugares que pensábamos que el prime time de había dejado atrás. Si bien la reacción se hizo oír en redes y medios de comunicación, sucesos como este no dejan de ser parte como resistencias o reminiscencias en el cambio cultural que implica la lucha por la erradicación de la violencia machista. Por Blas Ele (Corriendo La Voz).


Una cuestión de actitud

Vale la pena establecer un currículum veloz de Repetto. Luego de su participación en el célebre ciclo de mediados de los ’80 La Noticia Rebelde, se instaló en los mediodías de la argentina menemista con los ciclos de entretenimientos Nico y Decime cuál es tu nombre. Los años de la Alianza trajeron el éxito televisivo de Sábado Bus, una propuesta original que incluía… famosos cenando y ganando premios. Con el estallido del 2001, Nico armó sus valijas y se instaló por unos años en España. Al volver, los humos muy altos y una crítica desde afuera a la situación nacional de los últimos años le valió un apartamiento de la primera línea mediática que lo hizo rebotar entre ciclos de dudoso éxito. El año pasado, TELEFÉ sacudió el mercado de pases con la incorporación del conductor a su informativo del mediodía, El Noticiero de la Gente.

Nico no tardó en llamar la atención del público y de colegas: en medio de la entrevista a Fernando Jones Huala, hermano del lonko Facundo Jones Huala en el marco de la desaparición de Santiago Maldonado luego de un operativo de gendarmería, el conductor se calzó una capucha y prosiguió la entrevista de esa manera, buscando una suerte de efectismo con frases como “eso es lo que siente la gente de a pie”, y señalando que eso es “lo que se ve desde Buenos Aires”. Desde el lugar de portavoz de lagente (así escrito, como lo tipificó Martín Caparrós), centró el reportaje en cuestionar los cortes de ruta como método de protesta. Un discípulo meritorio de la escuela de periodismo de Edu Feinmann.

Algunos meses después, invitó al Dr. Lopez Rosetti para hablar de un tema que nadie mejor que dos varones puede poner en los medios: la menstruación. Basándose en un estudio científico, exponiendo un determinismo biológico ramplón, señalando el origen del comportamiento de las mujeres en la evolución darwinista o en la voluntad divina, y dando la palabra a Milva Castellini, co-conductora y única mujer presente en el piso, sólo para asentir y validar los dichos de los hombres que llevaban la batuta de la verdad hormonal femenina. Una escena del siglo XX en pleno 2017.

Lejos de reconocerse un tanto desfasado en torno a los últimos movimientos del periodismo mainstream de la televisión argentina, que por corrección política o toma de conciencia efectiva del rol del comunicador adoptaron una perspectiva de género, Repetto redobló la apuesta y generó otro hito en su prontuario periodístico.

Decime cuál cuál cuál es tu culpa

En semanas en las que se ha puesto en pantalla a referentes del feminismo que hablaron de desigualdades laborales, de la necesidad del acceso al aborto legal, seguro y gratuito, y que desplegaron con un didactismo inédito (en los medios hegemónicos) una, dos, varias definiciones del feminismo for dummies, en ese marco, Nicolás Repetto retomó la vertiente dura del polleracortismo.

Débora Garay fue víctima de dos casos de violencia machista en menos de cinco minutos, como si faltara botón para muestra del patriarcado: acorralada y abusada sexualmente por un hombre, buscó refugio en una estación del subterráneo, donde otro varón se masturbó frente a ella desde el andén opuesto. Débora filmó al hombre y subió su historia a las redes, donde se viralizó rápidamente. A raíz de esto, El noticiero de la gente coordinó un móvil para entrevistarla. Nico se puso nuevamente en el papel del sentido común para encarnarlo en su versión más amarilla: ¿qué llevabas puesto? ¿Estabas vestida de manera provocativa? ¿Qué hiciste para que quieran abusar de vos? Con estas y otras palabras, indagó el conductor a la víctima de abuso. “Yo sé que las mujeres se enojan si les hacen esas preguntas”, aclaró antes de oscurecer: “¿Es sensato si yo salgo a caminar por Palermo con un Rolex de oro a la 1 de la mañana?”, luego de oponer lo sensato a eso de que “tienen derecho a todo”. La mujer es responsable de ser percibida como un objeto, de que cualquier hombre que quiera poseerlas avance sobre ellas, puesto que más allá del derecho que tenga a ser libre de decidir su atuendo, su conducta sexual y su vida entera, hay que adaptarse a la racionalidad patriarcal.

Con un admirable ejercicio del temple, Garay le repreguntó qué pasaba con los hombres, que salen vestidos como quieren y ninguna mujer los manosea ni los quiere violar. “No lo manden para ese lado, ¿por qué siempre lo mandan para ese lado?” respondió furioso Repetto, ya inquiriendo al movimiento de mujeres antes que a la reporteada. “No tiene que ver con la ropa, tiene que ver con la cultura machista en la que vivimos. Esa pregunta quedó antigua”. El conductor siente que no se lo está entendiendo: “Retrocedamos 10 años, ¿no le decíamos a nuestras hijas “no salgas con esa pollera tan corta”? para que estalle el polleracortistómetro. La consigna es conocida y la completa Débora Garay, antes que enseñar a las mujeres a vestirse, “hay que empezar a decirle a los hombres que no acosen”. Sencillo, no es necesaria una carrera de periodismo, ni fundamental un taller de género: basta con mirar alrededor, conversar con y escuchar a mujeres periodistas, profesionales, trabajadoras, estudiantes, artistas que han sufrido y sufren la violencia en carne propia y hace muchos años que dieron respuestas definitivas a las preguntas sulfatadas que resucitó el conductor.

Lo dominante, lo residual, lo emergente

No hace falta mucho análisis para enterarse que la cultura televisiva dista de tener una perspectiva de género. Sin embargo, ha habido algunos avances significativos, o al menos muy importantes si consideramos el estado anterior. Si retomamos las categorías del intelectual galés Raymond Williams, podemos identificar movimientos que se relacionan con lo dominante, lo residual y lo emergente dentro de la cultura mediática nacional. Según Williams, no podemos dar una definición acabada, fija y categórica de la cultura de una época determinada, sino que debemos considerar las relaciones de oposición, rechazo, incorporación o dialogo con otros movimientos y tendencias contemporáneas. Las escenas recientes de paneles íntegramente masculinos simulando debates en torno al aborto, y la insistencia de un periodismo policial y misógino encarnado tanto en Repetto como en un gran número de periodistas y comunicadores, forman parte de elementos residuales: aquellos que, según el autor, “ha sido efectivamente formado en el pasado pero todavía se halla en actividad en el proceso cultural (…) como un elemento efectivo del presente”. En otras palabras, es un remanente de un tipo de configuración de sentidos anterior, pero que sigue operando activamente en una nueva configuración social, que, insistimos, dista de ser feminista, pero que da cuenta de fisuras importantes.

Del otro lado, tenemos la primavera feminista de Intrusos: Freijo, Peker, Pichot, Mengolini y Srta. Bimbo, seguida algunos días después por Ingrid Beck, inundaron por un rato la caja boba –y machista- de feminismo, sororidad y misoprostol. Se trata de una tendencia real, aunque no dominante: podríamos identificarla con la categoría de lo emergente, un movimiento cultural que viene más asociado a la conciencia práctica, o a una práctica cultural antes que a un consenso social. En criollo, pasa más por el cuerpo y la experiencia de determinados sectores sociales (las mujeres, o el movimiento feminista o antipatriarcal, en este caso): le estalla en la cara a la cultura dominante. Ante esto, la cultura televisiva, para sobrevivir, ha incorporado de una manera parcial, la temática y las voces emergentes (hablamos de procesos de décadas). Decimos de manera parcial, dado que se trata de un sistema profundamente dominado y organizado en función del poder masculino, y asentado en una producción de contenidos que rara vez se distancia de la interpelación a una audiencia heteronormativa, con un prime time que sigue y seguirá cosificando los cuerpos femeninos, reproduciendo estereotipos adecuados al canon de belleza, excluyendo toda expresión de disidencia que no se adecúe a las reglas del mercado mediático actual y sus anunciantes.

Así visto, hemos avanzado en tanto la llegada de nuevas voces se ha potenciado aún con una fugaz aparición televisiva, y los elementos residuales (hay una sensación de justicia, además, en asociar el concepto de residuo a la práctica periodística de Nicolás Repetto) que persisten en la pantalla son funcionales a la repetición, al refuerzo, a la insistencia del por qué eso ya no debe estar más en la pantalla, de que se trata de debates ya zanjados, que quienes quieran darlos nuevamente pueden hacerlo en otro sitio, y que están corriendo el bondi desde atrás.



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