02/11/2017

Cuando la burocracia te mata primero

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María, una abuela de 72 años, espera hace más de 75 días una tercera quimioterapia debido a un cáncer pulmonar. Por culpa de las negligencias de Pami, desde que se le diagnosticó la enfermedad el año pasado, no puede llevar adelante el tratamiento en tiempo y forma. Peripecias de luchar por la vida y acceder a la salud en la tercera edad. Por Yamila Ramírez para ANRed.


«Ella agarra el changuito, y se va los martes a la feria; y te dice ´tomá compré tomates´, y reparte a todos”, dice Marisa, a cerca de su madre. Ambas viven en Florencio Varela, y tienen que lidiar día a día con la burocracia de Pami que pone en riesgo la vida de su mamá. Las ganas de vivir que tiene María, pisa todas las negligencias en su contra: no deja de tejer, de cocinar sus manzanas al horno, de cuidar a sus nietos o de juntar caracoles en el mar.

En el 2016, le diagnosticaron Cáncer: Metástasis pulmonar de carcinoma mamario ductal. Ante éste diagnóstico, había que realizarle una operación, y se retrasaba, porque no poseían insumos primordiales, como hilos de suturas. En ese entonces, el médico cirujano del Hospital del Cruce de Varela, había solicitado siete suturas mecánicas, Pami otorgaba cinco, y las otras dos jamás aparecían. Cuatro veces reprogramaron la operación con carácter de urgencia.

A partir de esto, Marisa comenzó a comunicarse con Pami de Florencio Varela, Quilmes y Capital Federal, y se dirigió a la defensoría del pueblo de Quilmes, e incluso quiso comprar ella los hilos de sutura, pero el problema era cómo ingresarlo al hospital. En Pami de Quilmes, le dijeron que «la cocían con otro hilito, total antes cocían con cualquier cosa”. No querían internarla y mucho menos gastar para la intervención.

Muchas irregularidades tuvieron que atravesar: llamadas telefónicas con idas y vueltas, jamás atendidas, mala información, mentiras, y por si sirve de algo, algún que otro; «quédese tranquila que está todo encaminado”.

El 11 de Enero de 2017, Marisa junto a colegas docentes se movilizaron hacia Pami, en la calle Rivadavia 78, Fcio.Varela. El objetivo, fue exigir una fecha de operación, o que le firmaran un papel con nombre y apellido de quien se hacía cargo de las respuestas que no les estaban brindando, ya que Pami, responsabilizaba al hospital del cruce de Varela, pero la realidad es que no mandaba los insumos, porque no pagaba a los proveedores.

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Luego de la persistencia de más de cuatro horas, acusados y acusadas de «disturbios” y con presencia policial en la puerta, lograron que a María le dieran fecha de operación: sería el 17 de Enero. Los abuelos y abuelas que se encontraban ese día en la sede de Pami, en ningún momento manifestaron estar descontentos y descontentas, incluso asentían con la cabeza estar de acuerdo con lo que estaban escuchando de todos los reclamos. «fuerza, fuerza”, fueron algunas de las frases de aliento.

Luego de la operación de Enero, María sufrió una alergia. En el hospital Néstor Kirchner, le dijeron que no la podían atender porque no estaba derivada de Pami; en la clínica Santa Clara, Pami le ofrecía un turno para el alergista, cuatro meses después, cuatro. Terminaron de urgencia, en un médico particular en la clínica Luján.

«Yo tendría que llegar a mi casa y preguntarle a mi mamá si necesita algo. Tendría que estar todo resuelto y no detrás de todos”, expresa la hija ante la desesperación e indignación. María en su vida cotidiana, dedica todos los días a cuidar de sus plantas. Las riega, las mira reiteradas veces. Ama a sus plantas, así como Marisa a su madre.

El 15 de junio, a partir de ese momento, María comenzó con la quimioterapia en la clínica Santa Clara. Desde ese día, debía comenzar el tratamiento y realizarse seis sesiones de quimioterapia cada 21 días.

La primera quimioterapia duró 13 horas. María estuvo en la guardia de la clínica Santa Clara, esas horas, rodeada de otras personas con diferentes patologías infecciosas y un ambiente totalmente desaseado. Esa noche, se volvieron a su casa pasada la una de la madrugada. Agotadas.

Se demoró la quimioterapia de la primera a la segunda, 60 días, y hasta ahora de la segunda a la tercera superaron los 75 días, y vaya a saber uno cuándo Marisa va a tener respuestas que brindarle a su madre. De las seis sesiones, todavía no se llegó a la tercera quimioterapia. Los días fueron pasando, y así, venciendo remedios, recetas, estudios, se perdían turnos, demoras en la atención, había que esperar autorizaciones de Pami, esperar insumos básicos, coincidir con los días de los médicos de cabecera, planillas ilegibles por escases de tinta, y voluntad. 72 años y metástasis pulmonar tiene María.

«El sábado al mediodía, mientras limpiaba, me agarró un click: Mami, ¿Qué te parece si hago una nota?”. Madre e hija estuvieron dispuestas a viralizar una foto de ella con un escrito, por varios medios y redes sociales. Casualidad, uno de los medios, obviamente ajeno a las funciones administrativas de Pami, consiguió una respuesta: debido a la espera y las irregularidades, el día de hoy la van a atender sin turno; y para el miércoles, un posible turno para una resonancia magnética.

Pero, ¿Y la tercer quimioterapia? Las sesiones eran cada 21 días, no 75; sin embargo, a María, como a muchos abuelos y muchas abuelas, Pami les descuenta todos los meses. ¿Y qué pasa con Pami? Nos preguntamos muchos y muchas.

Una tratamiento en tiempo y forma, quieren ¿Es mucho pedir? Por su mamá, por la tuya y por todos nuestros abuelos y nuestras abuelas. Porque para la burocracia insensible, los abuelos y las abuelas, no son prioridades, son marionetas de sus comodidades.

A pesar de estos más de 165 días de desidia, el nueve de noviembre, María cumple 73 años. Su hija le está planeando un festejo y una torta hecha por ella. Nuestros mejores deseos, va a ser que de una vez por todas, se acelere el tratamiento y pueda seguir su vida cotidiana con tranquilidad.

María tiene derecho a vivir, y es el reflejo de muchos otros abuelos y otras abuelas, muchas veces solos y solas, sin familiares, a la intemperie del frío o al rayo del sol esperando ser atendidos y atendidas, regresados y regresadas a sus casas sin respuestas, vulnerados y vulneradas.



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