01/08/2017

Entrevista a un luchador anónimo

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Conocido simplemente como «Carlitos” en la zona sur del conurbano bonaerense, Carlos Saucedo es una de las miles de personas que dedica parte de su vida a mejorar la de los demás. Y un ejemplo de que el único requisito para luchar por un mundo más justo es proponérselo. Por Movimiento Etiopía para ANRed


Los medios masivos de comunicación muestran una y otra vez un estereotipo, un modelo para alcanzar la felicidad: la fama, el dinero, el éxito individual. Y así, detrás de esa escenografía de cartón, intentan ocultar miles de historias de mujeres y hombres que apuestan por otro tipo de construcción social: la de mejorar no solo la realidad propia, sino la de los demás.

En la zona sur del Gran Buenos Aires, como en todas partes del mundo, hay muchas de esas historias. Una de ellas es la de Carlos Saucedo: aunque ni siquiera tiene un espacio propio donde vivir, Carlitos (como lo conocen en el sur) prefiere usar el dinero de su jubilación y su tiempo para colaborar con proyectos culturales y comunitarios, sin pedir nada a cambio.

«“Nací en Entre Ríos «“cuenta»“. Vivía con mi madre y mis hermanas. Me vine a Buenos Aires para hacer el servicio militar y, cuando salí, por necesidad, empecé a trabajar en el ferrocarril Roca, donde estuve durante 35 años.

«“¿Y tu papá?

«“No tengo. Llevo el apellido de mi madre, porque mi padre nunca estuvo. Cuando yo tenía 18 años me mandó unas cartas, pero no quise saber nada, porque a mí me crió mi mamá, sola, y por su esfuerzo nunca me faltó nada. Por eso llevo su apellido y por eso siempre defiendo mucho el lugar de la mujer.

«“¿Cómo fue tu infancia?

«“Quería ser piloto de avión, pero no se pudo porque solo podía aprender en el ejército y mi mamá no me quiso firmar el permiso: le daba miedo que terminara participando en una guerra. Y en ese momento, sin su firma, el ejército no permitía el ingreso.

«“¿Cuál fue tu primera experiencia comunitaria?

«“Hace 16 años, cuando trabajaba en el ferrocarril, conocí a gente que le daba de comer a los pibes de Lanús que pasaban hambre, y empecé a ir con ellos. Desde esa vez, no paré. Después estuve cuatro años en un hogar de tránsito en el que dormían 140 personas, y también ayudé en otros espacios.

«“¿Y ahora en dónde colaborás?

«“Soy parte del Centro Cultural La Toma, que está a unos metros de la estación de Lomas de Zamora (Siria 75, 2° piso), y de una organización llamada «No Seas Pavote”. En La Toma hago un poco de todo, estoy para lo que necesiten, a la hora que sea. Hay muchos talleres gratuitos y siempre está lleno de gente. En No Seas Pavote colaboro con una cena comunitaria todos los martes. Compramos, cocinamos y entregamos una bandeja de comida, en la estación de Lomas de Zamora, a todas las personas que la necesitan. Y los dos espacios se juntan el último martes de cada mes, porque festejamos en La Toma los cumpleaños de las personas que van a cenar.

«“¿Dónde vivís, Carlos?

«“En el Centro Cultural La Toma. Me dieron una piecita y estoy muy cómodo acá (sonríe). En el año 2001, esto era un espacio totalmente abandonado, y en el medio de la crisis, con varios vecinos, decidimos empezar a usarlo para ofrecer actividades gratuitas. Un día estábamos acá con otra chica, conversando, tranquilos, y de golpe entró la policía y nos llevó a los dos. ¡Fue la única vez que estuve preso! Ahora me río, pero fue difícil. Por suerte estábamos muy bien organizados y enseguida hubo más de 4.000 personas en la comisaría exigiendo que nos liberaran, así que salimos en pocas horas. Al final, con el tiempo, demostramos que teníamos un proyecto que era bueno para la comunidad y terminaron entregándonos oficialmente el espacio, pero le quedó el nombre de La Toma.

«“¿Por qué sos parte de organizaciones sociales y no de partidos políticos?

«“No me gustan los políticos que prometen cosas. Yo no voy a prometer algo que después no pueda hacer: si te digo que te voy a dar una mano, cumplo con eso. En mi vida vi muchos partidos políticos que prometieron cosas y no cumplieron; y donde yo colaboro, en vez de prometer, hacemos.

«“Podrías usar tu plata y tu tiempo para tener tu propio espacio, alquilar un lugar, pero preferís usarlo para los demás. ¿Por qué?

«“Siempre me gustó ayudar y colaborar. Cuando lo hice la primera vez, me di cuenta de que me hace bien. Aunque sea llevar un plato de comida para el que no tiene, lo que sea, pero me gusta hacer algo. Yo tengo una jubilación, que no será gran cosa, pero me arreglo con eso para todo. Igualmente siempre pienso que habiendo tantos lugares vacíos por todos lados, como estaba antes La Toma, el Gobierno tendría que ceder esos espacios para sacar a la gente de la calle. Solamente dándoles un espacio para vivir, se estaría haciendo un montón por ellos.



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