20/04/2017

La mujer de verde

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¿Qué habrá pensado la mujer de verde al presenciar como aquel joven se precipitaba hacia la muerte? En esta imagen del asesinado hincha de Belgrano publicada en todos los medios, nadie se detuvo en la mujer quien en su gesto sintetizaba la tragedia de aquel cuerpo hacia su desenlace fatal. Nadie en la tribuna tomó dimensión de la violencia consumada: su muerte fue parte del show que ocurría en el folklore de las tribunas. Pero si nos apartamos del evidente centro, podemos asegurar que solo ella pudo expresar el espanto de aquel día. Por Federico Hauscarriaga para ANRed.


No se puede creer en la casualidad. Una tribuna de abrumadora mayoría masculina y, a metros, la mujer de verde expresando el gesto más genuino, más consciente; se toma la cara con ambas manos, no puede hablar, no hay tiempo ni silencio, sólo el lenguaje de su cuerpo que nos trae el espanto. La mujer de verde se diferencia y nos dice lo que está sucediendo. Quizá alguno, después, al ver el cuerpo estrellado, inerte, en su remordimiento habrá pensado «Â¡qué hemos hecho!”. Mientras, el periodismo captaba su imagen para ilustrar portadas y luego girar la noticia a la sección «Deportes» o «Policiales».

Hay que escapar a la instantaneidad de lo actual, tratar de esquivar la senda del sentido común y podremos observar que es ella, con su sensibilidad, la única que juzga el acontecimiento en la orgía de violencia machista. En el resto del cuadro hay alguna que otra mujer disuelta entre la muchedumbre, todas expresan preocupación. En el centro de la fotografía, el hombre cayendo al vacío. Su trayectoria es acompañada por puñetazos de otros hombres con muecas crispadas, decididos a no detenerse ante el inminente fin. Rodeando a la víctima, en círculos concentrícos, mas hombres completan la escena brutal, se pueden observar niños, adolescentes y padres con sus hijos en brazos.

Es difícil interpretar una foto. Henri Cartier-Bresson decía que «la fotografía es el impulso espontáneo correspondiente a una atención visual perpetua que capta el instante y su eternidad”. La compresión de ese instante puede tener un profundo abanico de dimensiones según el sujeto que se interpela al observar una simple foto. Somos en tanto sujeto que ve la foto y lo que ve de ella. Recuerdo haber leído la apreciación de una fotografía que captaba un bombardeo en Gaza: el comentario se detenía sobre el espectacular vuelo del F-16 mientras lanzaba una bomba y desestimaba las vidas humanas que segundos después quedarían sepultadas sobre los escombros del caserío. Estamos determinados por un mundo y desde él observamos; por eso la mujer de verde pasó desapercibida y, detrás, la reflexión que conllevaría a que es una mujer, en ínfima minoría, quien iluminó la atrocidad de aquella tarde.

El contexto de esta foto no es la violencia en el fútbol ni los barrabravas sino la violencia patriarcal. La participación en la escena de la mujer de verde es la sensibilidad femenina que revela la ciega y opresiva cultura machista hecha espectáculo en tribunas trasmitidas para millones de personas. Porque el macho necesita del otro para afirmarse, como bien se cita en el artículo «No son barrabravas, son machos violentos» a Rita Segato, «el mandato de masculinidad es un mandato de violencia, de dominación, el sujeto masculino tiene que construir su potencia y espectacularizarla a los ojos de los otros». La agresión que comienza con un hombre golpeando a Emanuel Balbo instantáneamente se multiplica en muchos individuos repitiendo el acto. El desenfreno violento ya no pasa por la víctima, poco importa Emanuel. Es la oportunidad de mostrarse ante el otro, ante la «hinchada», incluso ante el visitante, esté en la tribuna o lo mire por televisión, todos entran en la competencia por afirmarse como el más macho. El fútbol tiene arraigado estas expresiones todo el tiempo. Emanuel sabe que a un golpe le puede suceder un puntazo o una paliza mortal, por eso se aleja desesperado. Quien es asiduo al fútbol sabe que significa «bancársela» o «correr». El desafío a quien es más valiente lleva a una escalada de violencia riesgosa, y el bajarse de ella es ser «cagón». La lógica se asemeja a la prepotencia militar de Trump y Putin por exhibir la bomba más poderosa.

Pero a diferencia de lo que nos comunica la foto, la sensibilidad femenina es vista como debilidad. La vara que utiliza este mundo regido por un capitalismo heteropatriarcal es la mismo que ha empujado a la humanidad a las puertas del abismo, cuando las potencias imperialistas estuvieron a minutos de una guerra atómica. Hoy, el contexto de esta imagen es la de un feminismo liberador, miles en las calles empiezan a desafiar «la hombría” de una sociedad que registra 316 personas muertas en un evento deportivo y que asesina a una mujer cada 16 horas acompañada por una legislación social que oprime a las feminidades. Las masculinidades no solo someten a las mujeres y a la diversidad, también es el hombre quien está limitado por esta estructura violenta que reproduce. Estamos en los albores de deconstruir las prácticas del patriarcado, nuestros privilegios como hombres y es seguro que la institución del fútbol merece atención en esta clave. No sabemos a ciencia cierta que habrá pensado la mujer de verde ese día en la tribuna pero su acto en esa fotografía es realidad que anida el futuro.



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