01/09/2016

Las lecciones de Brasil

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Luego de la culminación del golpe institucional en Brasil, el periodista y analista político, Modesto Emilio Gutiérrez Guerrero, anuncia que el acontecimiento impulsará a la derecha venezolana contra el gobierno de Maduro y expone las debilidades de los llamados gobiernos progresistas en su error estratégico de conciliar con sectores de la burguesía.«Nadie pudo engañar a la burguesía y menos al imperialismo con pactos truculentos con algunos de sus partidos.»


Sin duda, que este retroceso político, o avance de la derecha, será aprovechado por la oposición venezolana para incentivar mañana juves 1º de septiembre su disputa a muerte con el gobierno heredero de Nicolás Maduro. En Caracas habrá una marcha que promete ser violenta, como casi todas las que protagonizó la derecha venezolana.

Lo mismo vale para Bolivia. Pero ahí deberán esperar porque el gobierno está en uno de esos buenos momentos de todo gobierno progresista. Está, bien financiado por exportaciones primarias, y sostenido por una población pobre y trabajadora que se identifica con el gobierno de Evo y Linera, sobre la base de un apreciable mejoramiento del standard de vida. El trágico episodio del asesinato del viceministro es una expresión de ese crecimiento económico. Lamentablemente, ni Evo ni Linera han comprendido que de nada sirve ampliar el consumo (por ejemplo mediante cooperativas multiplicadas por 7 en 6 años y formaron una capa de mineros «privilegiados» sin ninguna conciencia social o política): sin no hay una estrategia de desarrollo de la clase trabajadora como columna vertebral de estos procesos, estarán destinados a retroceder a manos de cualquier derecha, tarde o temprano.

Ese es uno de los secretos mejor guardados debajo del desplome del gobierno del PT y Lula-Dilma. Los cuatro gobiernos de ambos ampliaron el consumo, potenciaron la ficción de la «nueva clase media», en pacto con la gran burguesía paulista y nordestina, relacionada directamente con el capital internacional.

En el mismo lapso, vaciaron los poderosos movimientos sociales brasileños, paralizaron y jerarquizaron mucho más la CUT e impidieron el desarrollo de una clase social poderosa capaz de sostener al gobierno del PT por encima de los vaivenes del precio de las materias primas.

La historia política del siglo XX ya arrojó sus lecciones sobre este modo de intentar resolver las graves crisis sociales de las que surgen los gobiernos populares, nacionalistas o progresistas. Se puede evadir por un rato la ´férrea lógica de la lucha de clases y la tendencia imperial al dominio ilimitado. Pero esto nunca resultó como norma histórica. Nadie pudo engañar a la burguesía y menos al imperialismo con pactos truculentos con algunos de sus partidos.

Los costos los pagan caro los de abajo. Como advierte Ítzvan Mészáros «No hay rutas de escape que permitan evasiones conciliatorias». Las evasiones son muchas, una de ellas es suponer que un pacto gubernamental con un sector de la derecha y la burguesía, servirá para sacar al país de la crisis en la que ellos la dejan cada tanto.

NO TENGO DUDA, los poderosos movimientos sociales cargarán sobre sus hombros la responsabilidad de combatir y derrotar al nuevo gobierno neoliberal. Pero este costo era innecesario, también el sacrificio humano de la gente trabajadora que perderá lo poco que obtuvo con el PT.

Brasil, Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, y desde el año 2013 también Venezuela, son la prueba de que no se puede evadir la responsablidad histórica mediante conciliaciones con la clase dominante.

NO OTRA COSA quiso decir el Che Guevara con aquella declaración de «Al imperialismo ni un tantico así», o la de Chávez en 2012 «Estado Comunal o nada».

Shoppenhauer aconsejaba para casos como este: «Ni reir, ni llorar, comprender». Esa es la lección de Brasil.»



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