04/10/2015

La transición: certezas e indefiniciones

principales_candidatos_paso_2015.jpgLas encuestas muestran que la polarización en las presidenciales no se ha concretado. Cualquiera que asuma, será un «gobierno partido». Además, hay consenso en que el escenario mundial no es ya el de la última década. Por Eduardo Lucita.


El tiempo que transcurrirá hasta la asunción del próximo gobierno y sus primeras medidas está cargado de variadas incertidumbres y pocas certezas. La meta final de la campaña electoral ya está a la vista. La tan mentada polarización no se ha concretado, las encuestas, con la provisoriedad que las mismas encierran, parecen mantener con pocas variaciones los números de las PASO. Hay por ahora una tenue posibilidad que el FPV gane en primera vuelta, pero el margen es muy estrecho.

Tendencias

Dos cuestiones parecen definir el contexto nacional. Una, que según los resultados de ese ensayo general que son las PASO el gobierno que asuma el 10 de diciembre, cualquiera sea, será un gobierno «partido». En el sentido que no controlará el parlamento, como sí lo hacía la administración kirchnerista en este último período. Se acabó el tiempo de la mayoría simple automática, el próximo será un congreso dividido al menos en tres partes (bloques del FPV, del FR y del PRO). Ahora, si la izquierda logra ganar una o dos diputaciones más, será un bloque pequeño pero que contará al momento de las definiciones parlamentarias. Por otra parte ninguno de los candidatos con posibilidades ciertas (Scioli, Macri, Massa) parece encarnar, al menos por ahora, un liderazgo fuerte, en síntesis que estaríamos frente a un gobierno débil en comparación con los de los últimos doce años.

Otra, hay consenso en que el escenario mundial no es ya el de la última década. El comercio internacional ha perdido impulso y ya no dinamiza a las economías de los países industriales y emergentes. Los BRICS son arrastrados a la baja por la desaceleración de la economía china, la recesión en Brasil y dificultades en Rusia. Europa está sometida a un experimento neoliberal tardío que la mantiene estancada y el Japón no despega. EEUU crece y crea empleo, pero su impacto es muy débil. Tal es la volatilidad del mercado mundial que la Reserva Federal (FED) amagó varias veces con subir las tasas para finalmente una y otra vez, postergar la decisión para más adelante por temor a sus efectos en la economía global. Para el FMI «La desaceleración no es un mero fenómeno cíclico; tiene también un componente estructural. La inversión, y por consiguiente el producto potencial, tienden a crecer a un ritmo más lento en los países exportadores durante las caídas de precios de las materias primas».

El impacto en la región de este nuevo escenario es fuerte y está afectando a los gobiernos con los cuales Argentina había trabado relaciones privilegiadas.
Enmarcado en esas dos tendencias es que Argentina llega al final de un inédito ciclo de tres gobiernos consecutivos de un mismo signo político. Ciclo en que la economía muestra una importante expansión (2003-2011) con solo un año de caída por la crisis mundial (2009), seguida por el estancamiento de cuatro años (2012-2015). En los últimos 18-24 meses el gobierno se dedica a administrar los desequilibrios económicos, buscando sostener el mercado interno y el empleo y llegar sin sobresaltos a octubre.

Escenario pos-electoral

Tres cuestiones pueden pronosticarse para los inicios del próximo gobierno: a) Asistiremos a un giro conservador. Veremos cómo influye en los aspectos culturales e ideológicos, en los programas sociales y en el ejercicio de la ampliación de derechos conquistados en estos años. b) La economía marcha a un ajuste. El debate entre shock y gradualismo parece ganado por este último, lo que se discute es qué gradualismo, con qué intensidad y a qué ritmos. c) La política de desendeudamiento está agotada. Se vuelve al crédito externo.

Negociar con el FMI y tal vez regresar a los mercados voluntarios de crédito está en la agenda de todos los presidenciables, claro que se requiere un acuerdo previo con los fondos buitre, que nadie sabe cuánto tiempo puede llevar concretarlo. No obstante ya hay acuerdos firmados (BM, BID, CAF) por algo más 10.000 millones de dólares que comenzarían a ingresar en el próximo enero.

Los dilemas del ajuste

Todo ciclo expansivo termina con la reaparición de las limitaciones estructurales de nuestro capitalismo dependiente (restricción externa, inflación, déficit fiscal, debilidades de la infraestructura). Así fue en todas las crisis desde los años ’50 del siglo pasado y así lo es también ahora. La salida de las clases dominantes siempre ha sido el ajuste y los planes de estabilización, es que el capital no puede crear empelo y controlar la inflación al mismo tiempo, no puede controlar la inflación y estimular la demanda interna, no puede estimular la demanda interna e incrementar la necesidad de divisas, por el alto componente importado de la producción local.

Se plantea entonces la necesidad de una modificación del tipo de cambio, pero hoy las condiciones para la devaluación no son como las del 2002. El nivel de actividad económica es estable, el empleo se mantiene sin demasiadas variaciones y la tasa de inflación está en descenso pero sigue siendo elevada. Una devaluación fuerte implicaría una brutal transferencia a precios, sin que necesariamente mejore sustancialmente la competitividad general (la caída del precio de los «commodities» no es por exceso de oferta sino por retracción de demanda). Se pretende un levantamiento rápido del mal llamado «cepo», pero esto puede implicar una corrida cambiaria peor a la actual. Se habla de reducir el déficit fiscal vía control del gasto público, pero este es mayoritariamente inelástico (salarios públicos y seguridad social), en cuanto a los subsidios algo se podrá hacer, pero reducir los sociales planteará serias contradicciones y los que van a servicios públicos (energía y transporte) pueden terminar en un tarifazo. Quedan los destinados, directa e indirectamente, a las empresas pero estas ya han puesto en alerta de los «inconvenientes» de eliminarlos (por caso las industrias automotriz y electrónica, solo son viables vía subsidios y reducciones fiscales).

Se puede seguir hilando fino pero lo expuesto es suficiente para señalar el carácter contradictorio que encierra un ajuste en la actualidad. Esto explicaría porque los principales candidatos ponen como prioridad conseguir financiamiento externo, tanto para fortalecer reservas como para financiar déficit, e ir probando progresivamente como se resuelven los desequilibrios. Las clases dominantes tienen muy presente el 2001 y saben que el movimiento obrero y las clases populares están en una situación mucho más favorable para la resistencia que en aquellos años. Así no son pocos los asesores de los principales candidatos que hablan de «minimizar el costo social».

Otra vez el acuerdo tripartito

Cada vez que se llega a una situación como la actual reaparecen las convocatorias a la «racionalidad colectiva», no se dice pero esta demanda va dirigida prioritariamente a los trabajadores. Reflotan entonces las propuestas de Acuerdo o Pacto Social entre el Estado, empresarios y sindicatos buscando moderar precios y salarios, controlar el déficit y fijar metas a la emisión monetaria. En experiencias anteriores o no lograron implementarse o cuando lo lograron terminaron mal.
No implica esto que no se vuelva a intentar. La UIA anunciaría su propuesta en su convención del 14 de diciembre con la presencia del Secretario General de la OIT y previsiblemente la del nuevo presidente ya asumido. IDEA acaba de anunciar el lema de su Coloquio anual en el próximo octubre, sugestivamente «Tiempo de acordar y hacer».

Así el escenario pos-electoral contiene más incertidumbre que certezas. Tal vez por esto es que no surge un liderazgo fuerte. Es que no parece ser un tiempo de rupturas (como lo fueron 1983, 1989 o 2001) sino un momento de transición hacia un futuro que está en disputa.

Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda



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