17/06/2015

Leonardo González, crónica de una injusticia cotidiana

lgonzalezaudiencia150512_0_.jpgDurante el período democrático que va de 1983 a la fecha en Argentina, las fuerzas represivas del Estado han cometido más de 4340 asesinatos, de los cuales 70 se produjeron en movilizaciones populares, y los desaparecidos superan los 200. De la cifra total, 2756 corresponden a los doce años de gobierno kirchnerista, auto proclamado de los derechos humanos, un pibe cada 28 horas. En este marco se inició el juicio al policía Juan Manuel Vallejos de 22 años, quien asesinó de siete balazos a Leonardo González de 21 años, el 24 de febrero de 2013 en Villa Fiorito, partido de Lanús en la provincia de Buenos Aires. Por Juan Cicale para ANRed.


Su familia decidió hacer escuchar su voz. Con los medios que encontraron a su alcance se propusieron que esto no quedara impune y se sumaron a la lucha para mostrar que su hijo es uno de la larga lista de pibes que la policía mata todos los días.

LOS HECHOS

En esa madrugada de verano, alrededor de la siete de la mañana, el cadete de la policía bonaerense Juan Manuel Vallejos volvía de un baile en un auto con tres ocupantes más, donde había concurrido con su arma reglamentaria 9mm. En un momento realizó dos disparos al aire que sorprendieron a un grupo de pibes que estaban parados en la esquina. Allí estaba Leonardo, que luego del trabajo había regresado a su casa a saludar a su hijita Oriana, para más tarde reunirse afuera con sus amigos del barrio.

Después de recorrer una cuadra, el auto retomó la calle dirigiéndose nuevamente hacia esa esquina. Allí los muchachos se interpusieron frente al auto para pedir explicaciones; entonces Vallejo descendió de la parte trasera del rodado con su arma reglamentaria en la mano. Leonardo intentó detenerlo pero él comenzó a disparar a quemarropa. Siete tiros impactaron en su cuerpo, dos de ellos por la espalda, y cayó frente a la casa de una vecina. Vallejos salió corriendo y al llegar a la feria se encontró con el policía custodia, y juntos volvieron al lugar. Pero no encontraron a nadie pues Leonardo ya había sido llevado a recibir asistencia médica en el mismo auto mencionado. Entonces el policía custodia llamó a la comisaría local y Vallejos fue llevado en un patrullero mientras él retomaba sus funciones.

LAS AUDIENCIAS

El juicio fue presenciado por varios familiares y amigos de Leonardo González, entre ellos sus padres Lidia y Rubén, su hermana Yanina, y su hija Oriana de casi tres años. Además CORREPI, la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, acompañó desde un primer momento a través de compañeros de la zona sur junto a dos madres y una hermana de pibes víctimas del gatillo fácil, Ramona, Nelly y Josefina. Dicha organización no actuó como querellante en esta causa.

Las dos primeras audiencias públicas, largas y tediosas, se desarrollaron durante los días 12 y 14 de mayo del corriente año en el Tribunal Oral N° 8 de Lomas de Zamora. Éste estuvo integrado por Nicolás Amoroso, Alejandro Sgarlata y su presidente Gustavo Ramillo.

Ante ellos desfilaron los testigos que, con matices, describieron cómo fue el fusilamiento, incluidos los tres ocupantes del auto donde viajaba Vallejos. Sus testimonios fueron contundentes, incluso sus respuestas a las preguntas realizadas por la fiscal representante del Ministerio Público, algunas escasas del abogado querellante Dr. Araujo, y las de las dos abogadas defensoras. Una de ellas, la Dra. Carreño, tuvo una actitud discriminatoria frente a los testigos de Leonardo, mientras que la otra redujo su participación a murmurar al oído de la primera. La estrategia de la Dra. Carreño fue la de hacer pasar el hecho como un forcejeo entre su defendido y González, y siendo este último de contextura física mayor, a su defendido se le disparó el arma mencionando solamente los impactos de bala en la parte delantera de la víctima. No sólo apuntó a desprestigiar a Leonardo por ser un joven de un barrio popular sino que a varios de los testigos amigos los sometió a un interrogatorio sobre si se drogaban, la peligrosidad de la zona, y afirmaciones de índole: «Cómo Vallejos no va a sentir miedo en Fiorito de noche»¦». Esas mismas preguntas no hicieron más que reflejar el mensaje de los medios de comunicación que estigmatizan y criminalizan la pobreza, y el discurso de la «inseguridad” que le hace el juego a la política estatal de saturar los barrios de fuerzas represivas. A su vez provocó desconcierto cuando afirmó que, siendo defensora de la institución policial, había conversado con las autoridades respecto a que sus integrantes no egresan lo suficientemente preparados, y que ello era un atenuante para su defendido.

Los testigos presentados por la defensa no aportaron demasiado, o fueron ambiguos, en particular el policía que asistió a Vallejos en la calle ya que al no haber actuado de acuerdo al reglamento, intentó minimizar su participación.

Uno de los médicos indagados sostuvo que en los análisis de laboratorio de la víctima había una pequeña cantidad de alcohol en sangre y no se encontró ningún rastro de drogas.

Finalmente le llegó el turno al victimario Juan Manuel Vallejos quien declaró que lo habían bajado del auto, repitió la idea del forcejeo y adujo que disparó para defenderse porque tenía mucho miedo. Luego de la indagatoria de la fiscal, el abogado querellante sorprendió a todos al realizar una sola pregunta, y por último las defensoras siguieron insistiendo con insinuaciones orientadas a reforzar su posición.

LOS ALEGATOS

El viernes 15 de mayo, previo a entrar a la sala, el abogado querellante reunió a la familia y explicó que de acuerdo a lo datos reunidos hasta el momento, el asesino podría tener una pena mayor a 20 años o prisión perpetua.

Ya en sala, la fiscal hizo su alegato en base al argumento de que nada hacía prever que el imputado hubiera actuado en legítima defensa y solicitó se lo condenara a 18 años de prisión. A continuación, cuando se presumía que el Dr. Araujo requeriría una pena mayor, éste se limitó a manifestar que hacía suyas las palabras de la fiscal y pidió la misma condena para el uniformado, lo que generó inquietud y sorpresa a los familiares y amigos de Leonardo. Como no es difícil de imaginar, la defensa reclamó la absolución y libertad de su cliente.

LA SENTENCIA

El jueves 21 de mayo subimos al cuarto piso; allí leerían la sentencia en una sala pequeña, lo que motivó que sólo permitieran ingresar a los padres de Leonardo, su nieta Oriana y este corresponsal del único medio de prensa acreditado. La defensa, el imputado y sus allegados no se hicieron presentes.

La familia prefirió esperar en el pasillo, mientras que otros salieron a la puerta a volantear y colgar algunas banderas. Hostigados por la policía decidieron volver al cuarto piso.

En el interior la espera fue prolongada. La inquietud de Oriana la hacía pasearse entre los brazos nerviosos de sus abuelos. Cuando llegó el secretario de juzgado se produjo el milagro, ella quedó dormida abrazada a su abuela; quizás soñó que su papá la acariciaba.

El secretario fue el encargado de dar a conocer la sentencia de los jueces. Leyó frío e indiferente, con desgano, cumpliendo una formalidad. En resumen, sus palabras fueron: Este Tribunal condena a Juan Manuel Vallejos a la pena de 15 años de prisión y no hace lugar al pedido de falso testimonio que la defensa solicitó para uno de los testigos.

Una vez más el homicidio se sancionó como si su autor no fuera policía. Una vez más los jueces, ante lo inevitable, condenaron al individuo y dejaron impune al policía y su institución. Lidia estalló acongojada y su nieta despertó bañada en lágrimas de ternura. La madre no tenía consuelo y entre sollozos hacía cuentas de cuánto iba a estar el asesino de su hijo en prisión, razón que la llevaba a clamar con mayor fuerza su dolor. Oriana se pasó a los brazos de Rubén, y entre todos se trató de contenerlos con llanto reprimido.

La justicia volvió a consumar una injusticia. Ramona, que de sufrimientos sabe mucho, propuso cantar, y en una sola voz que hizo un tajo en el aire salimos del edificio al grito de: «Yo sabía, yo sabía, jueces y fiscales defienden a la policía»¦”.



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