06/06/2014

Reflexiones de un futbolero culposo

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«Son cosas del fútbol” suelen decir, cuando se da un resultado inesperado. Lo dicen jugadores, entrenadores, periodistas deportivos, y opinólogos varios. La sorpresa, el resultado inesperado, en este caso es Brasil: el país futbolero por excelencia, el que más consume fútbol, por su población, tradición y éxitos. Si a priori había un lugar donde el mundial era deseado y el fútbol justificaría cualquier cosa, que nadie iba a protestar ni oponerse, ese lugar iba a ser Brasil, creíamos. Nos equivocamos. Por Ramiro Giganti, para ANRed / Ilustraciones: Carlos Lotuff.


Nos gusta el fútbol. Perdón, a mí me gusta»¦ Y a muchos otros millones también. Le gusta a la mayoría de trabajadores, estudiantes y jubilados. Le gusta a gran parte de la militancia de izquierda. Le gusta a la mayoría de la población explotada y oprimida. Obviamente que hay quienes no les gusta y están en su derecho también, y seguramente se sentirán invadidos por la prepotencia mediática y presencial de quienes hablamos de esto. Desde este lugar van las disculpas pertinentes. También les pido, que si empezaron a leerlo no lo larguen, esto también es una manifestación política. Sí, en el fútbol hay política, mucha, hay relaciones sociales, más que en otros ámbitos por la masividad que este supone. Porque además de gustarle a la mayoría oprimida, también le gusta al opresor, que es quien más se beneficia de él.

La explotación suele medirse en cuanto de lo que el trabajador produce es enajenado. La vida muchas veces también. ¿Cuántas horas de trabajo puede costarnos ir al ver el mundial? ¿Cuántas la entrada? ¿Cuántas un televisor o como se llamen los dispositivos desde los que se ve en mayor definición? ¿Cuántos desalojos de favelas o villas como fue acá en el 78´? ¿Cuántos desaparecidos? ¿Cuántos casos de gatillo fácil? ¿Cuántos tarifazos, ajustes, o leyes corruptas aprobadas durante la «fiebre mundialista”?

La represión, el abuso y la resistencia

Paradójicamente y en el lugar menos esperado (por el fanatismo que sabemos tienen en Brasil por el fútbol), el mundial está teniendo las mayores protestas en torno a la realización de este. Se multiplicaron el año pasado poco tiempo antes y durante la copa de las confederaciones. Si hay quien no sigue mucho el fútbol y resulta pertinente explicar que la Copa de las Confederaciones es un torneo que juegan el campeón del mundial anterior, el anfitrión del futuro mundial con los campeones de los torneos continentales de las confederaciones, lo que lo convierte en un «mini mundial” una suerte de previa, entonces también habrá que explicarle a quien no sigue la información que circula en medios alternativos que poco tiempo antes de iniciarse las movilizaciones masivas, ya circulaban notas sobre desalojos de favelas o abusos a comunidades para la realización de obras y sobreprecios en la construcciones de estas. También del Movimiento «Pase livre”, que protestaba contra el aumento del precio del transporte público y la mala calidad de este desde un tiempo antes, aunque sin las repercusiones que tuvo el año pasado.

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Luego de la copa de las confederaciones, las movilizaciones, la represión y los conflictos en Brasil perdieron algo de protagonismo en los medios internacionales, pero la lucha siguió y cuando las cámaras internacionales volvieron a sus países siguió la represión. Sumado a muchos otros casos vinculados a los preparativos para el mundial, y la muerte de obreros en la construcción de estadios «ninguneada” públicamente por Pelé.

El pasado 22 de abril, murió el bailarín de 26 años Douglas Rafael da Silva Pereira, asesinado por la Policía Militar en Rio de Janeiro. El caso de Douglas no fue un hecho aislado, hubo otros casos, muchos de ellos menores, en distintas favelas del país. En relación a este caso, mientras en las principales cadenas de TV, como «O Globo”, el gobernador de Río, Luiz Fernando Pezão, aparece muy serio en la pantalla asegurando que encontrará a los responsables. La madre de Douglas responde: «Es todo mentira”. María se negó a reunirse con el gobernador y declaró que no va a permitir que la muerte de su hijo sea la plataforma política de ningún gobernante. Los habitantes de las favelas están saliendo a protestar como nunca antes había sucedido, y sostienen que la «pacificación” consiste en meter a la policía en la comunidad. El resto sigue prácticamente igual de mal.

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Pero no solo se movilizaron los habitantes de las favelas. También comunidades indígenas y distintos gremios de trabajadores lo hicieron. Los docentes hace pocos días rodearon al plantel de la selección brasileña, con sus pancartas protestando por los costos de la copa y el bajo presupuesto en educación. Docentes, con sus bajos salarios se animaron a tratar «de igual a igual” a los multimillonarios jugadores de la selección. Vale resaltar que mientras el año pasado el ex jugador y actual diputado Romario se había pronunciado a favor de las movilizaciones, hubo otras voces algunas abiertamente identificadas con el stablishment como Pelé y otras más «disimuladas” por los medios masivos pero igualmente funcionales como Ronaldo, quien primero manifestó su decepción con la organización de la que él mismo había formado parte, y luego de decir el clásico «yo no hago política” o más precisamente «no estoy con ningún partido ni sindicato” – declaraciones que acá en Argentina circularon como «positivas” por varios noticieros – luego pidió «disimuladamente” represión a los manifestantes: «Creo que tienen que hacer caer las porras, sacarlos de las calles», sentenció el máximo goleador de la historia de los Mundiales. Lamentablemente , su talento en la cancha no sería el mismo en otras situaciones.

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Tampoco hay que idealizar a Romario, un crack para quienes pudimos verlo jugar: es diputado opositor y si bien sus declaraciones en torno a las manifestaciones fueron acertadas, no es un opositor «por izquierda”, sino que también hay mucho oportunismo en ese entorno.

Barras bravas: la impunidad de «los soldados del poder”

Seguramente muchos pensaron que un mundial en Brasil podría hacer más accesible el sueño de muchos argentinos de presenciar un mundial o al menos un partido. Al menos la cercanía reduciría el costo del pasaje. Sin embargo, con la escasa cantidad de entradas que la FIFA le otorgó a Argentina, sumada al alto costo de estas y del tipo de cambió, ese sueño se fue diluyendo. Presenciar un mundial, aunque sea en un país limítrofe, es prácticamente imposible para cualquier trabajador honesto, aun ahorrando con tiempo de anticipación. Pero no lo es para quienes nos oprimen ni para sus «soldados”.

Tampoco lo fue en otras coyunturas, como cuando en Japon-Corea 2002, en el peor momento económico de Argentina y jugándose muy lejos, en el partido Argentina-Nigeria, se lo vio al «Tula” entre las tribunas, mientras Duhalde pesificaba y se preparaba para la represión que acabaría con la vida de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (dato no menor, el 26/6/2002, si Argentina no hubiera sido eliminado y ganaba su grupo como se esperaba, hubiera jugado semifinales con Brasil: en la nefasta portada titulada «La crisis causó 2 nuevas muertes” se lo ve a un costado a Ronaldo festejando, casualmente el mismo Ronaldo que la semana pasada pidió represión).

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Recientemente un barra argentino respondía con impunidad ante la pregunta de un periodista brasilero luego de ver que tenía 120 entradas para partidos del mundial, como hizo para conseguirlas, con lo que cuesta conseguir las entradas (incluso para quien puede pagarlas). El barra respondió que los gobiernos los necesitan: «somos la seguridad de políticos y sindicatos”, dijo textual. Después siguió «si vos ves los actos de los políticos, está lleno de barras”. Esa «seguridad” de políticos y «sindicatos” (va entre comillas porque se refiere a burocracias sindicales, no a trabajadores que se organizan) es la misma que mató a Mariano Ferreyra (Christian Favale, el que tiro el tiro, era un barra), también son las patotas de la UOCRA que intervinieron en numerosos conflictos reprimiendo manifestantes o disidentes. No sería raro que las amenazas de Pignanelli a los trabajadores de GESTAMP se cumplan contratando barras para reprimirlos. Estos barras que van al mundial son la represión tercerizada.

«Aunque ganes o pierdas”, un final optimista

En todos o casi todos los mundiales, al menos desde el 78´ para acá, pero también en muchos juegos olímpicos (los de Berlín en la Alemania Nazi, como el caso más grotesco, pero también durante la «guerra fría”, entre Moscú 1980 y Los Angeles 1984, con sus respectivos boicots), lo que vemos es la utilización política de este por parte de las autoridades como afirmación del (o algún tipo de) Status Quo, principalmente de los gobiernos para perpetuarse y perpetuar su opresión.

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Sin embargo, algo está ocurriendo a la inversa en este mundial. De manera notable los manifestantes están utilizando el mundial como medio masivo de comunicación para difundir sus problemas. El mundial como instrumento de denuncia. Desde el Movimiento «Pase Livre” hasta los docentes, los vecinos de las favelas o los pueblos originarios, incluso quienes desde un reclamo más «clasemediero” denunciando la corrupción, todos llevan sus denuncias y las muestran al mundo. El mundial se volvió una tribuna de denuncia a los medios masivos de todo el mundo no les queda otra alternativa que difundirlo, ya sea por la trascendencia del evento (la copa del mundo) por miedo a perder el negocio o porque ocultarlo se vuelve insostenible.

En lugar de caer en la falsa dicotomía de oponerse al juego, las movilizaciones tienen un claro mensaje de oposición a las instituciones que gobiernan, tanto al país como las que regulan el juego y el negocio. Aunque no siempre se lo diga de forma abierta y exista, quienes lo difundan por conveniencia y nada tengo que ver con esto, las movilizaciones son en contra de este sistema, donde el negocio, es decir el capital, nos enajena de todo. Se habla de gastos, de negociados de espaldas a la población, de trabajadores muertos y explotados. Del tremendo negocio «tabú” de la prostitución infantil en Brasil, del que se habla poco. Se habla de la privatización, esa que priva a las mayorías de algo, en este caso del fútbol, pero también de los supuestos beneficios que traería el «efecto derrame” de las inversiones. De algún modo se desenmascara ese mentiroso «efecto derrame”, excusa bajo la cual muchos soldaditos mediáticos justifican este sistema de opresión. Las obras, y el dinero no estarían derramando hacia quienes menos tienen, y de esta manera las manifestaciones son un faro que ilumina denuncias históricamente silenciadas.

Tomar un mundial o un juego olímpico como faro de difusión es una de las más gratas noticias. No se trata de oponerse al juego, se trata de utilizar el evento y su potencia para difundir lo que siempre es silenciado. Los manifestantes brasileños nos están dando una enorme lección, que además es de optimismo: es que siempre los envidiamos, pero sin caer en el «pan y circo” ese que muchos argentinos compraron al cantar «el que no salta es un holandés”. El ejemplo del activismo brasileño puede multiplicarse, diversas acciones en torno al mundial podrían ser aprovechadas para difundir lo que es silenciado. Si la selección gana habrá festejos masivos, multitudes de personas festejando en el obelisco con cámaras de todos los medios… ¿No se les ocurre nada al respecto? Está en nosotros disfrutar del juego sin perder la conciencia crítica, y aprovechar las concentraciones masivas.


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 Para ver más ilustraciones de Carlos Lotuff



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