21/11/2013

Machomenos

tapa-1650.jpgLa violencia de género se ve referenciada de distintas maneras, hay algunas más visibles y más conocidas como es la violencia física. Sin embargo también hay otras formas de violencia, muchas menos palpables que sin dudase deben problematizar. Por Revista Otro Viento


Es hora de poner en evidencia determinados comportamientos «invisibles» de dominación, que contribuyen a reproducir esta lógica de opresión del varón sobre la mujer denominados «micro-machismos» que interpelan tanto a hombres como a mujeres, y que tienen un efecto negativo para conseguir la conquista de la igualdad de género en nuestras relaciones sociales. ¿Cuáles son esos comportamientos casi invisibles y aún no tan reprochados por el común denominador de las personas? ¿De qué manera nos relacionamos a través de éstas prácticas de dominación en la vida cotidiana?

El género es una construcción socio-cultural en la cual, según la época, tanto a hombres como mujeres se les han asignado determinadas características de personalidad individual y social, así como también roles y jerarquías dentro de nuestra comunidad. Las diferencias de género-producto de dicha construcción social- coaccionan a la mujer a ser dependiente del hombre y por ello, la libertad para la mujer consistirá, no en actuar sin restricciones, sino en liberarse de roles de género socialmente construidos.

Introducirse en la visibilización de estas prácticas requiere tener en claro que éstas están inmersas en relaciones de desigualdad entre mujeres y varones y que ellos sufren la caracterización rígida en nuestra cotidianidad donde se impone un ideal de hombre al que se le asigna un lugar superior, una identidad que somete a la mujer a ser un sujeto social inferior.

El «ser un hombre” requiere ciertos rasgos específicos que si se ven amenazados, se corre el riego de perder su identidad, anulando toda posibilidad de avance hacia una relación más igualitaria. La relación que se plantea es de dominante-dominado, por lo tanto todo intento de ruptura con esa estructura, amenaza ese «ideal”.
Entendiendo las tensiones de poder existentes en las relaciones se puede desentrañar cómo opera este amplio abanico de maniobras interpersonales en lo cotidiano que fomentan y generan las demás formas de violencia de género. Y, más aún, que al ser más imperceptibles se han convertido en un «arma letal” para la reproducción de la masculinidad hegemónica, no sólo por su menor visibilidad respecto de otras prácticas, sino también porque muchas veces se realizan o se llevan a cabo con la «inocencia» del hábito inconsciente, que es la capacidad del hombre para mantenerse en el dominio.El sociólogo francés Pierre Bourdieu nos explica esta situación con una simple e iluminadora frase «El machismo ha dejado de enmascararse y se hace palpable en un tono peligrosamente amable».

Micromachismos de ayer y hoy

Los micro-machismos (mM) son prácticas de dominación y violencia masculina en la vida cotidiana, de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia. El prefijo «micro» del neologismo con el que nombra el psicoterapeuta y médico psiquiatra Luis BoninoMendez alude justamente a esto. Él, a su vez, clasifica en tres clases al micro-machismo:

Los mM «coercitivos” en donde el varón usa directamente la fuerza (moral, psíquica, económica, etc.) para intentar limitar la libertad de la mujer. En el ámbito doméstico es donde se puede encontrar algunos ejemplos, como la ausencia del hombre en las actividades, o un control de la situación a través del manejo de la economía del hogar.

Por otro lado están los mM «encubiertos” los cuales atentan de un modo mucho más eficaz contra la simetría relacional y la autonomía femenina. Su característica particular y peligrosa es lo «invisible» en cuanto a su intencionalidad. Lo que sucede es que el varón oculta, e incluso muchas veces se oculta a sí mismo, su objetivo de querer someter a una relación de dominio hacia la mujer. Se diferencian totalmente de los anteriores ya que no se utiliza la fuerza directa sino la inducción de determinadas actitudes para disminuir la acción y el pensamiento autónomo de la mujer.

Este tipo de violencia, es además reproducida por las mujeres e internalizada por el común de la sociedad. Podemos notar cómo en las relaciones de pareja es común abusar de la supuesta capacidad femenina de cuidado, delegando todas esas actividades de tipo asistencial a la mujer, dejando en evidencia cómo la imposición de la cultura patriarcal impela a la mujer «ser para otros”. Es fácil advertir que las tareas que realizan las mujeres trabajadoras, son muchas veces áreas de actividad que son extensiones productivas de los trabajos reproductivos y de cuidado que los paradigmas de nuestra sociedad patriarcal tienen reservado a las mujeres.
Otros mM encubiertos que se pueden nombrar son el «paternalismo» y la «desautorización» los cuales son sumamente frecuentes y más fácil de desenmascarar. Éstos se exteriorizan a través del derecho del hombre a menospreciar a la mujer, a tratarla de manera inferior. También otro ejemplo de esto es la «manipulación emocional» que es muy común verla en relaciones de pareja en donde el varón utiliza el afecto como instrumento de control; se usan para accionar dobles-mensajes o insinuaciones haciendo sentir a la mujer en falta o culpable emitiendo mensajes de afecto con un fin manipulador oculto del tipo: «Si no haces esto por mí, es porque no me querés”.

Y, por último, tenemos los mM «de crisis”, los cuales se ejecutan y cobran vida en los momentos de desequilibrio de las relaciones, vislumbrado con facilidad en situaciones en donde la mujer aumenta el poder personal con respecto al hombre. Es aquí donde el varón se siente perjudicado, amenazado, y a causa de ese temor insoportable tiende a incrementar el tipo de prácticas ya descriptas previamente.
El hombre se atemoriza por el hecho de ser «superado» por la mujer. Un ejemplo claro es pensar o concebir como algo totalmente negativo el hecho de que la mujer en la familia tenga un salario o ganancia mayor que la del hombre. En estos casos, ellos ven disminuida su superioridad concebida a través de la masculinidad hegemónica y recurren a distintos tipos de actospara reestablecer su posición de dominio poniendo en práctica maniobras como el control sobre las actividades o espacios de la mujer, utilizando diversas formas de oposición pasiva dejando, por ejemplo, que la mujer tome la iniciativa de una actividad para luego menospreciarla. Este tipo de acciones que efectúa el varón por mantenerse en la dominación, puede producir un malestar psico-físico de la mujer, que luego es atribuido a supuestas características propias de ella.

Ser macho, ¿es de macho?

El sociólogo norteamericano Michael Kimmel sostiene que la característica continua de la masculinidad es el miedo. Para la mayoría de los hombres ser considerado «poco hombre» es un terror que impulsa a afirmar la propia masculinidad y negar la hombría de los otros. Constituye una inútil forma de probar lo imposible: que se es totalmente hombre. La masculinidad constituye una defensa contra la potencial amenaza de humillación ante los ojos de los demás hombres, una coacción que podría llevar a un sujeto a avergonzarse de sí mismo.
Este rol de macho, del hombre ideal, lleva también a una necesidad de reafirmar todo el tiempo su preestablecido rol, y que además se mantiene en una rígida estructura muchas veces forzada y fingida pero que se mantiene para ser parte del «club”. Entonces, ¿no supone también para el hombre un gran esfuerzo desgastante e innecesario?

Todas las respuestas posibles parecieran conducir a que efectivamente es así, que inevitablemente genera un desgaste innecesario. Es por eso que se debe pensar y repensar nuestro rol social como varones, sobretodo en función de que es indiscutible que en la sociedad, a paso de hormiga, está cada vez más presente el debate y las críticas sobre la desigualdad de género;lo cual se vuelve interesante porque pone en tela de juicio muchos de nuestros actoscomo hombres que permiten ciertos privilegios.

Es aún mucho más necesario poner en práctica no sólo el debate para descubrir los mecanismos y estructuras dominantes, sino que una vez problematizadas y visibilizadas, entrar en el plano de la acción para poder ir desnaturalizándolas, para poder ir transformando la realidad diariamente con el fin de conquistar de una vez por todas una sociedad igualitaria.Es decir, no basta sólo decirlo con bellas palabras, sino renunciar a algunos hábitos y adquirir otrosque pujen y permitan la internalización de otra lógica de relación.

TEXTOS: Pablo Frías y Juan Fernández

IMAGEN: Giya Zabalza

http://otroviento.blogspot.com.ar/



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