05/10/2012

Un camino interior hacia donde iluminan las tinieblas

ANDREA_tapa.jpgRepresentacíón que fusiona el lenguaje de la danza y el teatro,la obra Andrea se presenta los sábados a las 21 hrs en el Apacheta Sala Estudio como una nueva propuesta que narra una historia donde la potencia del cuerpo y la voz exorciza todo aquello que se calla, lo que habita en los sueños y esperanzas que esconde la rutina, lo oscuro que acecha para iluminar una personalidad que se desborda en cada experiencia, en cada sentimiento. Por ANRed


Creada desde una investigación que retoma ciertos elementos autobiográficos para conformar un alter ego, nadie que presenciara la obra Andrea podría adivinar que esta es la primer producción autoral de la bailarina y actriz Marina Otero, ni que, si bien el personaje de Andrea esta basado en la libre interpretación del mismo personaje de la novela «La ley de la ferocidad” de Pablo Ramos, bajo la calidad de los textos de esta obra se esconde una narradora excepcional. No, nadie podría adivinar o intuir nada de esto porque sencillamente Andrea se presenta como la obra de una artista experimentada, madura, dueña de todas sus capacidades expresivas a la hora de construir un universo ficcional solvente e inquietante que deslumbra por su elaborada calidad artística. Y es que en este unipersonal interpretado por Marina Otero, cada detalle de la puesta en escena, cada palabra, cada movimiento completa el sentido de una obra que a partir de la fusión entre danza y teatro desnuda una vida hasta dejarla en un límite donde ya nada más sobre la misma puede ser contado o sugerido.

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La historia nace de un silencio, de un dolor abismal que el lenguaje dramático solo puede alcanzar a partir de apoyarse en el cuerpo, en el movimiento de lo inexpresable que toma forma en cada pliegue en el espacio que ocupa una mano tras una cortina, en el movimiento mecánico de las piernas, en el sexo desnudo y animal de una prostituta que mientras un hombre cualquiera pasa como la incógnita de una ecuación y penetra su cuerpo, todavía alcanza a pensar y sentir su vida en el extrañamiento de una rutina que esconde los sueños de otra vida.

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Prostituta, mujer, y hasta el nombre de Andrea mismo, son sólo adjetivos de un mundo interior dual que busca dar cuenta de la compleja realidad que pulsa el deseo humano. Un mundo donde los excesos, la oscuridad y la ternura moldean la carne en un inquietante camino que circula por los pasadizos de la autodestrucción y la ilusión de la salvación si se puede aceptar el doble fondo de la contradicción del alma humana.

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Lejos de las interpretaciones simples, cada recuerdo y cada acción en la memoria de Andrea pone en cuestión cualquier principio de una moral disciplinaria. El sexo deja de ser sexo, la risa deja de ser boca, el dolor se transmuta en un salto hacia un demonio de la perversidad que se arrastra por el áspero suelo de las propias imposibilidades, en una lucha por dejar salir la oscuridad y purgar los errores y los fracasos. Como un espejo opaco Andrea es un reflejo en el que cada acto debe ser visto con una nueva perspectiva que enfoca lo desaforado de la experiencia como una forma de búsqueda de un sentido que transgrede y a la misma vez alimenta e ilumina los límites de una personalidad.

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Síntesis donde lo dual del amor y la autodestrucción encuentran un equilibrio en el reconocimiento de que lo luminoso contiene también lo oscuro, el cuerpo de Andrea se tensa y se retuerce desnudo y entrega al espectador la visión de un infierno personal que estremece. Porque el monstruo es demasiado familiar como para no reconocerlo. Y entre el espectador y el cuerpo expuesto en su debilidad y lo ominoso de la desprotección, Andrea, Marina Otero, y la belleza del hecho estético desgarra la emoción en un final que señala sólo lo que en una gran obra puede perdurar. La certeza de que en la verdad profunda de una expresión artística se encuentran los cimientos de un mundo mucho más comprensible y real que aquel en el que caóticamente vivimos.

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Andrea, de Marina Otero. Dirigida por Mariana Otero. Con Mariana Otero. En Apacheta Sala Estudio. Pasco 623. Funciones: sábados 21 hs. Entrada: $ 50 y $ 35.

Entrevista a Marina Otero

En una tarde fría y en una hermosa casa con terraza, Anred entrevistó a la actriz y bailarina Marina Otero sobre cómo fue el proceso de creación Andrea, su primer obra que la encuentra en el doble rol de la producción y la interpretación de un personaje que lleva en su composición un gran trabajo físico y una compleja construcción de la personalidad.

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Marina, gracias por permitirnos este encuentro. Lo primero que nos gustaría preguntarte es : ¿Cómo nació la idea de Andrea, de llevar este personaje de la narrativa literaria a la interpretación teatral?

Bueno, apareció. Fue increíble la historia. No es que lo pensé sino que apareció. Empezó porque sentí: bueno, quiero ver que me pasa estando sola en una sala con el cuerpo. Y empezaron a aparecer cosas de mi historia, de mi autobiografía. Y también empecé a hacer una investigación muy personal de grabaciones de nena, agarré diarios viejos y los reescribí. De todo esto presenté una síntesis a algunos amigos que eran de danza y teatro pero cuando lo presente no me sentí bien hablando de mí y lo abandoné. Entonces, justo en ese momento estaba leyendo «La ley de la ferocidad” de Pablo Ramos, que me hacía reir, llorar, y me emocionaba al punto de sentir una identificación con algo de la esencia de la novela, de la manera de escribir, no tanto de la historia. Después lo contacto a Pablo por mail y nos encontramos en el cumpleaños de una amiga. Y estabamos en el cumpleaños y de repente me dice: encontré físicamente a Andrea. Y yo pensé. ¿Andrea? Qué raro, como la de «La ley de la ferocidad”. Bueno, me quedé con esa información y volví a mi casa a las seis de la mañana y me puse a releer las parte en que aparecía Andrea en la novela. Y ahí me di cuenta que Andrea era de San Isidro como yo, y que había algunas cosas similares. Y pensé: Pero entonces tengo que hablar de Andrea. Y volví a los textos, los releí, los revisé y me dí cuenta que trabajándolos podían ser perfectamente de Andrea. Entonces le mandé un mail a Pablo diciéndole que me gustaría compartir mis textos con él, se los leí y les gustó y me invitó a su taller a trabajar los textos. Paralelamente seguí con mis investigaciones y armé un sistema de experiencias, que era salir a la calle y sentir el cuerpo de Andrea y que el cuerpo me llevara donde fuera. Había dos registros de estas experiencias un chico que escribía y una chica con una cámara. Después cada uno presentó sus experiencias en una casa, el chico presentó sus notas, la chica sus videos y yo mis textos. En diferentes espacios de la casa iba leyendo un texto. Ahí fue donde más trabajé los textos en relación al personaje de Andrea, donde también se mezclaban algunas cosas del pasado de mi autobiografía hasta quedar en este alter ego Andrea-Marina.

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¿Y cómo desarrollaste en diferentes momento de la obra la personalidad del personaje desde la corporalidad?

Bueno, ahí se unió para mí Andrea con Marina muy claramente, porque en la investigación autobiográfica, el monstruo por ejemplo, que es la tensión corporal, era algo muy mío de la historia, de ciertas sensaciones, de la oscuridad, y apareció mucho antes de la obra, digamos hace tres años en la investigación. Personalmente en ese momento había algo en la danza donde no me encontraba y por eso empece a hacer ensayos, porque había algo de lo formal de la danza de tener que ir hacia lo bello donde no me encontraba cuando justo el sentimiento no era bello sino una sensación de autodestrucción. Fue hacer cargo de esa oscuridad y llevarla al movimiento. Y bueno, en realidad esto lo puedo decirlo ahora, pero fue apareciendo sola la corporalidad de Andrea, como algo que estaba muy presente y aparecía. Por momento iba a la sala lloraba y me quedaba en el piso sin hacer nada y por momentos salía la voz, salía la tensión y quedó al final plasmado como una síntesis.

Sin duda en la obra hay una mezcla de géneros que rompe con ciertas definiciones. Contanos cómo fue pasar de la danza al texto.

Nació de una necesidad de hablar. Sin duda lo relaciono con lo personal ya que la danza me puso en lugar de mucha expresión y de decir con el cuerpo lo que no podía decir con palabras. Me costaba mucho hablar, mucho tiempo me costó hablar, era muy tímida de chica, Y entonces fue cuando empece a ver algo raro en la danza, porque la danza me permitía mucha expresión pero no me permitía hablar. De hecho empece teatro para trabajar la voz. Fue un trabajo para ver dónde esta mi voz, dónde está la palabra, donde está el pensamiento hacia los otros, la exposición. También nació de los diarios íntimos, porque yo escribía y escribía porque no lo podía decir, comunicar. Por otra parte para mí era interesante el tema de la exposición, de exponer la debilidad humana y no la habilidad del bailarín que ya estaba cansada de ver. No quería ver más cuerpos habilidosos sino la debilidad y la dificultad de una persona exponiéndose con su ser. En este caso la dificultad fue la palabra y decir todo lo que guardé durante años.

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También en la obra y en el personaje de Andrea es fuerte la presencia de lo oscuro. ¿Qué encontrás en lo oscuro a la hora de ponerlo en escena en un personaje?

El amor y la muerte. Esa dualidad. Siempre desde chica me pasó que en la vida real, como ir a comprar el pan, o estar cocinando, en lo cotidiano hay una parte que se está quebrando y no sabés porqué. Creo que es un lugar que posibilita la capacidad de imaginar, de volar, que es lo que le pasa a Andrea. Ella tiene su realidad que es la prostitución, encamarse con tipos, y al mismo tiempo se esta imaginando otras cosas, se imagina el amor. Creo que en la idea de la muerte está también el amor como un lugar de vuelo y de libertad.

Fotografías de la entrevista: Brenda Fahey.



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