25/09/2011

EEUU: política y economía después del 11-S

angel_boligan_1.jpgEl 11 de septiembre del 2001 a las 8.46 de la mañana (hora estadounidense) el mundo quedó prácticamente paralizado. La gente observaba atónita las pantallas televisivas que no dejaban de transmitir una y otra vez imágenes de aviones estrellándose contra las Torres Gemelas Al cumplirse una década de aquellos acontecimientos se discute en diferentes ámbitos el impacto que han tenido los mismos para la economía y la política de los EEUU y también para el resto del mundo. Por Eduardo Lucita, Integrante del colectivo EDI – Economistas de Izquierda


El 11 de septiembre del 2001 a las 8.46 de la mañana (hora estadounidense) el mundo quedó prácticamente paralizado. La gente observaba atónita las pantallas televisivas que no dejaban de transmitir una y otra vez imágenes de aviones estrellándose contra las Torres Gemelas; personas saltando al vacío en medio de enormes llamaradas; densas columnas de humo negro que se alzaban sobre una Nueva York asfixiada. Seres cubiertos de polvo gris deambulando sin destino por las calles completaban una visión fantasmagórica, impensada segundos atrás.

Al cumplirse una década de aquellos acontecimientos se discute en diferentes ámbitos el impacto que han tenido los mismos para la economía y la política de los EEUU y también para el resto del mundo. Para muchos analistas es más significativo el impacto de la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 y sus desencadenantes financieros posteriores.

Tal vez convenga verlos a uno como continuidad del otro.

El uso capitalista del atentado

La caída de las Torres Gemelas en septiembre del 2001 puede considerarse un punto de inflexión en varios aspectos y no fueron pocos los analistas que a pocos días del atentado trazaron un parangón con el ataque a Pearl Harbor por la Armada Imperial Japonesa en 1941, entre los primeros el historiador y periodista argentino Guillermo Almeyra, radicado por ese entonces en México. Lo que provocó no pocas discusiones con quienes veían estas interpretaciones como simples miradas conspirativas.

Así como el ataque contra la Flota del Pacífico unificó a la sociedad americana, hasta entonces fuertemente dividida, habilitando al presidente F. D. Roosevelt para declarar la guerra al Japón y así ingresar en la 2da. Guerra Mundial, el atentado del 11-S fue la excusa perfecta para que la administración de George Bush (h), aprovechando la indignación justiciera generalizada en el país, se lanzara a la aventura militar en Afganistán e Irak.

Hoy es fácilmente detectable que una década atrás hubo un fuerte uso capitalista del atentado. La economía de los EEUU estaba prácticamente en recesión en el 2001, el redespliegue militarista luego de la caída de las torres y el impacto que el mismo tuvo sobre el complejo militar-industrial reanimaron la economía norteamericana, esto fue acompañado por una reducción de la tasa de interés a los niveles más bajos en mas de medio siglo. Estas dos cuestiones estuvieron en el centro de la recuperación. La consecuencia más visible fue una exacerbación del consumo doméstico, luego focalizado en la llamada «burbuja” inmobiliaria, el crecimiento extraordinario del déficit público por el alza continua de los créditos de guerra y la rebaja de impuestos a los ricos y un fuerte endeudamiento externo.

La retomada del ciclo alcista de la economía, particularmente de la estadounidense, que por ese entonces traccionaba algo así como el 60 por ciento del crecimiento de la mundial duró hasta el 2007, cuando el alza de las tasas de interés provocó que los tenedores de hipotecas no pudieran hacer frente a los pagos de sus deudas, lo que finalmente derivó en la caída de Lehman Brothers un año después. Luego el efecto domino que hemos visto todos estos años y que hoy se expresa en la combinación de las crisis en EEUU y en los países de la Eurozona.

Consecuencias políticas

La guerra en Afganistán puede escudarse por la lucha contra el terrorismo, pero no es demostrable que la invasión a Irak estuviera determinada por los acontecimientos del 11-S. Estos fueron solo la excusa, hay ahora evidencias de que estaba contemplada desde tiempo atrás, impulsada por el sector más derechista de los republicanos para aprovechar el vacío dejado en Medio Oriente por la caída de la URSS.

Las consecuencias de estas guerras no han sido solo económicas. Hasta ese momento la definición de terrorismo por parte del Departamento de Defensa de los EEUU era «Utilización calculada de la violencia con el objetivo de accionar contra gobiernos o sociedades….” pero dos meses después de los atentados se incorporó a esta definición el adjetivo-calificativo de violencia «ilegal”. No era esta una incorporación meramente semántica. Como bien señala John Brown en su trabajo «La guerra del imperio: lógica de excepción y retorno a la soberanía”, la excepcionalidad se rutinarizaba.
Si hay una violencia ilegal significa que también hay una violencia legal, esta atributo de los Estados. Si en el Kosovo la agresión militar se disfrazó de «humanitaria”; en Afganistán de «antiterrorista”, en Irak fue «preventiva”. Un nuevo tipo de soberanía estaba pensando el imperio con vocación unilateral, que para legitimarse necesitaba del estado de guerra permanente.

Consecuencias sociales

Con la aprobación de la Ley Patriota, firmada por el presidente Bush un mes y medio después de los atentados, el Congreso prácticamente se subordinó al Poder ejecutivo, le otorgó verdaderos superpoderes que autorizan a cercenar las libertades civiles. Entre ellas, y fundamentalmente, las del debido proceso, permitiendo detenciones indefinidas de inmigrantes indocumentados. Desde entonces el Servicio de Inmigración y Aduanas trasladó unos 2 millones de inmigrantes a centros de detención «remotos».

Según denunció la organización internacional Human Rights Watch a los detenidos se les «dificulta extremadamente» el acceso a sus abogados y la presentación de pruebas. La «guerra contra el terror» ha convertido medidas excepcionales en rutinarias. Como un gran hermano todo esta sometido al control del Estado.

Diez años después

En el 2001 el costo de un barril de petróleo era de 28 dólares hoy ronda los 100, con picos de 140. EEUU mostraba superávit en sus cuentas fiscales, hoy la deuda contraída para financiar los déficit acumulados supera los 15 billones de dólares. La desocupación era del 4 por ciento, hoy está en el 9.1, la creación de empleo es prácticamente nula y la pobreza ya alcanza a 46 millones de personas. La carrera armamentista que parecía haberse detenido con el fin de la Guerra Fría retomó nuevo impulso después del 11-S, se estima que al día de hoy está en el orden de los 20 billones de dólares. Si se calcula el pago de intereses por la colocación de deuda para la guerra y se suman los gastos de atención a los veteranos de guerra, el costo de la guerra en Irak ascendería a 4 billones.

Esta guerra ha dejado un profundo resentimiento en todo el mundo árabe, resentimiento que forma parte de las actuales rebeliones en esos países. La recuperación de la economía ha quedado atrás, la crisis capitalista mundial se profundiza Y las alternativas no son nada alentadoras: o recesión o un largo período de una economía mundial de muy baja intensidad.

A casi tres años de la elección de Barak Obama su prestigio cae en picada.. Las promesas de poner fin a las guerras, de regresar a los soldados, de cerrar los centros de detención y tortura, de revalorizar la Declaración de Derechos han caído en el vacío y una gran decepción recorre a sus seguidores, mientras que la imagen internacional de EEUU está en su peor momento histórico. Para el reconocido arquitecto y ensayista Mike Davis, Obama «…se ha convertido en el principal albacea del legado de Bush con las operaciones especiales, los grandes presupuestos de inteligencia, una tecnología orwelliana de vigilancia y prisiones secretas”. Para colmo ha aparecido el Tea Party, un grupo de derecha, fundamentalista del liberalismo económico-religioso y de fuerte influencia social, que ha condicionado tanto a demócratas como a republicanos en el congreso.

El unilateralismo de los ’90 ha dado lugar al multilateralismo de estos días en las relaciones entre Naciones; el baricentro de la economía mundial se va inclinando hacia la China y el sudeste asiático, mientras el grupo de los BRICS emergentes, reclama cada vez mayores espacios, mientras que América latina da muestras de ganar autonomía en sus decisiones.

Diez años después el imperio estadounidense pareciera ingresar en un sendero de decadencia aunque se mantenga como gran potencia, el problema es que sigue siendo la principal potencia militar del planeta. Y esta contradicción es mas que preocupante.

El mundo es hoy mucho más inseguro y peligroso que hace una década.



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