23/03/2009

Crímenes estatales de ayer y hoy

cana-2-3.jpg«Detrás del policía que aprieta el gatillo hay un crimen de Estado porque hay toda una estructura del Estado que va a intentar garantizar esa impunidad», afirma Sergio Smietniansky, abogado de la CORREPI Sur. A 33 años del golpe genocida, la represión sigue siendo una constante aunque ha asumido diferentes direcciones y modalidades.

La represión siempre apunta hacia distintos sectores, hacia aquellos que los sectores dominantes marcan como peligrosos. Los miles de desapariciones forzadas, los campos de concentración regando el territorio argentino y las torturas sin tiempo constituyeron el sello de la de la última dictadura. Los asesinatos de los pibes pobres en los barrios, las razzias y los tormentos en las cárceles parecen ser moneda corriente en los tiempos que corren. En tanto, la constante del asesinato a militantes políticos que protagonizan diferentes conflictos sociales suele percibirse como algo más que una reminiscencia. ANRed dialogó con Sergio Smietniansky y Mariana Lisi, integrantes de la CORREPI Sur, para tratar de reflejar las continuidades y rupturas en la metodología represiva.

 ANRed: ¿Cómo se explica la continuidad represiva entre la dictadura genocida y los diferentes gobiernos constitucionales?

 Sergio Smietniansky: A partir de la doctrina de la seguridad nacional, se crea la lógica del enemigo interno, que es ni más ni menos que el pueblo, y se utiliza a las fuerzas armadas para reprimir a ese enemigo interno. El 10 de diciembre de 1983, que es cuando comienza el período que denominamos como «institucional», se reformula ese concepto de la doctrina de la seguridad nacional por un concepto de doctrina de la seguridad social. A partir de esa fecha, ese rol ejecutor de control social y de preservar las bases del sistema se va a desplazar desde las fuerzas armadas hacia las fuerzas policiales. Lo cual no quiere decir que en la dictadura únicamente las fuerzas armadas hayan tenido una lógica represiva, sino que fueron su principal ejecutor pero, obviamente, todas las fuerzas represivas del Estado cumplían la función de imponer ese control social. A partir del 83, esa lógica se modifica en el actor social y las policías pasan a ser la fuerza represiva por excelencia que intentará garantizar el control sistémico.

 A: ¿Cuáles son esas nuevas modalidades represivas que se perciben a partir del fin de la dictadura?

 S.S: El gatillo fácil lo que viene a destruirles es el sueño ochentista del «Nunca Más», que se derrumba al muy poco tiempo porque en la Argentina se sigue torturando, se sigue asesinando y reprimiendo, con la intensidad acorde a las nuevas características, pero sigue siendo una cuestión absolutamente sistemática. Eso quiere decir que detrás del policía que aprieta el gatillo hay un crimen de Estado porque hay toda una estructura del Estado que va a intentar garantizar esa impunidad.

 A: ¿Hacia qué sectores estará dirigida la represión en el período institucional?

 S. S: Así como la represión y la dictadura tuvieron una dirección que fue hacia todas aquellas organizaciones, compañeros que luchaban en contra el sistema y la dictadura, con el advenimiento de este período institucional esa represión va a ser direccionada hacia los pobres. La mano de obra excluida es vida descartable y, por ende, para el sistema esas vidas no valen nada. Esa es la lógica del gatillo fácil: Es un aniquilamiento de clase. Cuando miramos los listados de las víctimas del gatillo fácil, vamos a encontrar una lógica que se va reiterar en un 99 por ciento de los casos: estamos hablando de víctimas pobres y jóvenes.

 Mariana Lisi: También está este intento de plantear que ser joven y pobre implica ser un presunto delincuente. Es una concepción que se implantó socialmente y sigue absolutamente arraigada. En ese momento se daba esa lógica que hemos visto en la dictadura: «Por algo será», «En algo andarán».

 A: ¿Cómo opera la criminalización de la pobreza?

 S.S: La criminalización de la pobreza también es un método de disciplinamiento de la clase, que se va adecuando a las diferentes épocas. Desde la época del virreinato del Río de La Plata existían bandos policiales que establecían la expulsión de aquellos que no pudiesen acreditar trabajo. Si tomamos el Martín Fierro vamos a ver que en sus versos se nombra directamente: «Sin saber adónde ir, me tildaron de ser vago y entraron a perseguirme». La idea de que en ese momento el gaucho era sangre barata para regar los campos y eran alistados para el ejército.

Ahora no te mandan a los cuarteles ni te destierran en el sur pero está la lógica absolutamente nazi de modificar la pena de acto por la de autor, adonde te castigan no por lo que hacés sino por lo que sos. Esto es algo que se aplica sistemáticamente en la Argentina. Los códigos de falta son códigos que apuntan a ejercer ese control social y a criminalizar a las grandes mayorías, justamente, todo lo contrario de lo que se piensa cuando se dice que es para perseguir a las minorías. Porque si se persigue a los pobres, por orientación sexual, por actividad política y gremial, todo lo que se criminaliza es a las grandes mayorías. Había un filósofo, Cesare Lombrosso, que manifestaba que los delincuentes eran detectados desde el nacimiento por sus características. Acá se aplica porque en la Argentina ser mendigo implica ser privado de tu libertad; entonces, la concepción nazi está siendo puesta en práctica. En realidad, la criminalización de la pobreza y la persecución de los pobres por el hecho de serlo está tan clara como esa frase de Cristina Fernández: «La policía detiene, detiene; la justicia libera, libera», que ni siquiera es cierta porque la justicia encarcela, encarcela. Porque las cárceles están llenas de pobres porque eso es una represión de clase.

 M.L: En la dictadura, la represión estaba dirigida en particular a las organizaciones populares, que desde diversas visiones luchaban por cambiar el sistema. Hoy, la prioridad es salvaguardar la propiedad privada de la clase dominante de amenazas individuales o colectivas

 A: ¿Cómo se combina la persecución política con los crímenes de gatillo fácil?

 S.S: Esa lógica de gatillo fácil se termina de cerrar cuando es asesinado- en San Francisco Solano- Agustín Ramírez. Porque él también era joven, pobre, pero además era un militante político y social. Lo van a buscar puntualmente por su condición de militante en lo que se conoce como la masacre de San Francisco Solano, donde primero asesinan a Javier Sotelo, que es un vecino físicamente muy parecido a él. Cuando se dan cuenta del error, terminan asesinando a Agustín Ramírez. Desde 1983 a estos días, se va a reiterar el asesinato de personas que son militantes políticos o están en circunstancias de conflictos sociales.

 A: ¿Cuánta de la metodología represiva se hereda de la dictadura?

 S.S: En la Argentina los gobiernos supuestamente democráticos seguían secuestrando y desapareciendo como en el caso de Miguel Bru y Núñez, que es mucho menos conocido porque era un obrero y la cuestión de clase sigue operando. Recién con el caso Cabezas el tema se pone sobre la palestra y se quiere deformar esa cuestión, planteándola como la muerte del periodista pero no como el asesinato de un laburante sino como un ataque a la libertad de los medios de prensa. Los métodos eran los mismos que se venían produciendo en lo que se denunciaba y son los mismos de la dictadura. Es decir, la lógica de la zona liberada, de la intervención directa de la policía y del empresario. Como el enemigo tiene mucha habilidad, usa algo que es muy dialéctico: plantear el problema de la maldita policía. Porque si hay una maldita policía, necesariamente tiene que haber una bendita policía. El problema era la manzana podrida y, como ejemplo, estaba el policía bueno que se había subido al árbol a bajarle el gato a doña Teresa.

 A: ¿Cuál es la función que les atañe a las fuerzas policiales en esta doctrina de la seguridad social?

 S.S: Decimos que el rol de las policías es ejercer el control social. Pero además decimos que el rol que ellos alegan que cumplen, que es el de garantizar la seguridad, es tan falso que son la asociación ilícita más grande de este país. Afirmamos que el negocio del narcotráfico, del robo automotor, la explotación de mujeres en estado de prostitución está vinculados a la policía. Y, por supuesto que si hacemos el ejercicio mental de buscar un solo caso de secuestro extorsivo donde no esté vinculada la policía, nos vamos a dar cuenta que si sumamos todos los casos, no encontramos uno solo. Eso también tiene que ver con las consecuencias de la dictadura. Ni siquiera estamos diciendo que es mano de obra que viene de esa época sino que estamos hablando de una institución cuya lógica represiva la lleva a que se reproduzcan todos los métodos represivos. Por eso si tomamos el caso de Sergio Durán en Morón, vamos a encontrar que el pibe fue asesinado por descarga de picana eléctrica y no era un militante político; el submarino seco es algo habitual. Lo que se ve bajo este gobierno autoproclamado de los Derechos Humanos, si tomamos las estadísticas de muertes en las cárceles, es un aniquilamiento sistemático de personas. El gatillo fácil no ha bajado sus índices ni ha sido modificado por ninguno de estos gobiernos. En realidad, si intentamos encontrar las grandes diferencias de matices en lo que quieren de la policía entre Felipe Solá, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Elisa Carrió, nos van a reventar los sesos y, en realidad, no las vamos a encontrar porque el proyecto represivo sigue siendo el mismo. Hace una semana asistimos a la novela del caso Bergara donde en cada cosa que levantabas, estaba la policía. Evidentemente esa lógica que se utiliza para cuestiones no políticas, mucho más se emplea para las que sí lo son.

 A: ¿Qué rol le toca a la justicia en todo este esquema represivo?

 S.S: Detrás del gatillo fácil, lo que viene es la absolución fácil. Por eso decimos que cuando hablamos de gatillo fácil estamos hablando de un crimen de Estado. El tipo que aprieta el gatillo sabe que tiene toda una estructura, que incluye al poder judicial, que va intentar garantizarle la impunidad. En la medida que pueda haber organización y lucha, se van generando grietas y hay policías que pueden ser llevados a prisión. Si uno mira las estadísticas de casos de gatillo fácil y la estadística de policías detenidos por esos casos, nos vamos a dar cuenta de que los índices que manejamos con los genocidas son parecidos. La mayoría de los represores están impunes, en libertad y, en el caso de gatillo fácil, en actividad. La lógica del enfrentamiento está absolutamente institucionalizada. Para que haya impunidad, necesariamente tiene que haber represión. De hecho, la impunidad es la consecuencia de la represión y son dos caras de una misma moneda. Forman parte de las políticas sistémicas del estado y los diferentes gobiernos- con sus diferentes matices- las han venido sosteniendo.

 A: ¿Qué particularidades a la hora de reprimir tuvieron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner?

 S. S: Este gobierno intenta lograr el mayor consenso posible con toda la represión necesaria. La idea es la cortina de humo pero si un conflicto social se intensifica y no lo puede resolver mediante la cooptación, la respuesta inmediata es la represión. Otra característica particular del gobierno de los kirchner es la utilización de patotas que se usan para romper huelgas o reprimir conflictos de manera «paraestatal». Es una lógica que se profundizó con estos gobiernos. La ley antiterrorista es un instrumento represivo digitado por Estados Unidos y que este gobierno sancionó y que apunta a reproducir el derecho penal del enemigo. Es decir, todos aquellos que somos opositores a este gobierno podemos ser tildados de terroristas si nos atenemos a lo que dice la ley (incluso en algunos puntos hasta se queda corta). Evidentemente, hay una persecución hacia las organizaciones y los militares populares que también se trasluce en el hecho de que es el gobierno que más presos políticos propios ha tenido. También, se reproduce en la lógica de extraditar a los campesinos paraguayos, de mandar tropas a Haití. No hay una política diferente a lo esencial a los otros gobiernos. Es más, hay una profundización. Si hay un gran mérito de los Kirchner es la gran habilidad que tienen para vender humo, o sea, para decir que modifican algo para no modificar nada.

 A: ¿Cómo se pone en juego la continuidad represiva con la desaparición de Jorge Julio López?

 S.S: Julio López es una evidencia de eso. Desde un primer momento, sostuvimos que necesariamente había participado la policía del secuestro de Julio López. O sea, no son los siniestros represores que se levantaron. Evidentemente, han participado directamente esos represores que están siendo intentados llevar a juicio por la lucha de tantos años de los compañeros. Pero, necesariamente, con las fuerzas represivas actuales, y ahí es donde la responsabilidad de este gobierno es directa, y la inactividad judicial y la impunidad que ha rodeado a la causa de Julio López.

 A: ¿Qué función cumplen los medios masivos de comunicación a la hora de legitimar la represión?

 S.S: Siempre encuentran la manera de generar el discurso de manera tal que el propio pueblo tome el discurso del enemigo. Eso no es seguridad sino seguridad del régimen y siempre te van a vender el melón de turno.
La semana pasada estábamos llorando al policía bueno que cruzaba a los chicos. Cuando en realidad es imposible que un policía de 40 años en la fuerza no sea cómplice de robos, torturas y secuestros. Un tipo no puede estar cruzando a los nenes que van a la escuela y no saber qué negocios se manejan en esa comisaría.

Entonces, la construcción mediática del policía bueno es para que después salgan a decir que necesitamos 50 mil policías como ese. En realidad, te están diciendo que necesitamos 50 mil policías y como no alcanzan, militarizan con la gendarmería y, cuando no alcance eso, sacan a las fuerzas armadas a la calle.

 M.L: El policía muerto tiene una historia y la contamos. Ahora el tipo que roba, los excluidos que mueren, no tienen una historia terrible que contar atrás, no tienen una historia de pobreza, de abandono, de falta de laburo. Los medios masivos no dejan de tener la misma lógica que cualquier otra empresa con el discurso falso de la objetividad.

 A: ¿Cómo se evalúa la campaña mediática por la pena de muerte, por «el que mata tiene que morir»?

 Lo primero que hay que decir, es que justamente se trata de eso, de una campaña mediática, la cual responde a la lógica de aniquilamiento de clase de la que estábamos hablando.

Cuando hablan de pena de muerte, siempre la relacionan a delitos cometidos por los pobres, siempre se seleccionan con una lógica de clase los delitos que deberían merecer la pena de muerte. Siempre se la relaciona con el «pibe chorro» que se afanó la 4×4, pero nunca para los grandes crímenes que se cometen en nuestro país. No resulta curioso, que quienes sostienen ese tipo de discursos no se desgarren las vestiduras pidiendo pena de muerte para los genocidas, ni para los autores materiales e intelectuales de la desaparición de Jorge Julio López, de la masacre del 19 y 20 de Diciembre, del Puente Chaco – Corrientes o de la Estación Avellaneda, solo por citar algunos ejemplos. Tampoco la piden para los responsables de la voladura del arsenal de Río Tercero, ni para los responsables de la muerte de los obreros en las minas de Río Turbio, ni mucho menos para los empresarios que son responsables de las muertes de cientos de personas en Dock Sud producto de la contaminación, ni para la «clase dirigente» que -mediante sus políticas- son responsables de que en nuestro país cotidianamente se mueran pibes por desnutrición infantil y enfermedades evitables. Jamás pedirán pena de muerte para los «famosos» que contrabandean autos o arrojan a sus mujeres por la ventana, y que nadie crea que es por una cuestión de frivolidad. Todos sabemos a que se refieren cuando hablan de pena de muerte.

Siempre se utilizan este tipo de discursos y movidas políticas para avalar la intensificación de las políticas de mano dura, represión y criminalización de la pobreza y de la protesta. Es decir, quienes insertan ese debate, no necesariamente apuntan a que se instale la pena de muerte en términos legales, ya que nuestro ordenamiento jurídico lo impide, pero mediante ese discurso se sigue avalando la otra pena de muerte, la que se aplica sistémicamente en nuestro país, que es ni mas ni menos que el gatillo fácil.



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