17/11/2018

Argentina: una sociedad dispuesta a sacrificar a sus hijos

Cerca del 65 % de los despidos afectan a la juventud, muchos de los cuales estaban bajo modalidades por las que no se les reconocían ni aguinaldo ni vacaciones ni indemnización. Mientras, emergen empleos a través de Apps de mensajería -como Rappi o Glovo-, y la auto explotación parece ser una trayectoria que tiene todos los elementos dispuestos para extenderse como tendencia. Por Mario Hernández.


Miles y miles de jóvenes que buscan empleo hicieron una fila de casi diez cuadras frente al museo de la ciudad de Mar del Plata en la Argentina para asistir a la primera feria “Conectamos Trabajo”, organizada por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

El Museo MAR iba a abrir sus puertas a las 10 de la mañana. Sin embargo, desde mucho antes miles de asistentes formaron una cola de más de un kilómetro de largo para poder dejar su CV.

El ministro de Trabajo, Marcelo Villegas, consideró “bueno” que haya concurrido tanta gente porque señaló que cuando crece o disminuye el empleo “hay más gente que sale a buscar y eso es lo que nosotros queremos capitalizar hoy y hacer visible, y visibilizarlo en una feria de estas características”.

Además, dijo que “le da un valor agregado, porque los jóvenes más allá de dejar un currículum tienen la posibilidad de conseguir trabajo, de recorrer alguno de los 30 stands que pusieron algunas empresas que buscan ‘mano de obra específica’, concurrir a charlas magistrales de expertos en el ámbito laboral y poder hacerse test vocacionales”.

Es la primera vez que se realiza una feria con este tipo de formato y se repetirá de manera similar en las ciudades de Pinamar, Cariló, Bahía Blanca y otras localidades bonaerenses.

Como antecedente, a fines de mayo 173.526 jóvenes, de entre 16 y 35 años, se habían presentado en la última edición de la Expo Empleo. Solo 1.813 consiguieron trabajo.

Crisis ocupacional de los jóvenes bonaerenses

Un informe de diagnóstico laboral realizado por la Secretaría de Trabajo de la Nación, elaborado con datos del año 2017, demuestra que la desocupación entre los jóvenes de 18 y 24 años ascendía al 26%, mientras que el 54% de quienes sí trabajan bajo relación de dependencia no se encuentra registrado.

En esa franja etaria, además hay un 17% de “Ni-Ni”, jóvenes que no estudian ni trabajan. De ese total de 436.000 personas, el 71% son mujeres, quienes mayormente (69%) realizan tareas de cuidado del hogar.

Pero las mujeres en la provincia de Buenos Aires sufren otro tipo de desigualdad: en promedio, cobran un salario 27% inferior al de sus pares varones, por el mismo cargo y labor. Se trata, traducido a salarios nominales corrientes, de una diferencia de $ 6.000.

La empresa del futuro

Los servicios de ‘trabajo a través de las Apps’, que en su casi absoluta mayoría operan con jóvenes, pero que hasta hace unos años tenían una presencia no significativa en América Latina (en términos absolutos, a excepción en Colombia, México y algunas ciudades de Brasil) ha tenido un desarrollo fuertísimo en los dos últimos años, especialmente en Buenos Aires.

Argentina siempre fue, comparativamente con otros países de América Latina (salvo Uruguay en determinadas épocas), el país con mayor proporción de mercado laboral formalizado y con una fuerte presencia del sindicalismo en la disputa por las posiciones de los derechos de los trabajadores.

En los casi tres años de gobierno de Mauricio Macri, además del recorte y los despidos, la creación de empleo privado ha sido muy escasa, al compás de una marcha macroeconómica de visibles deterioros sociales. Cada vez menos empleo estable y de mediano plazo: hoy en día hay un 40% de los argentinos que trabajan que son monotributistas. Si a esta circunstancia general se le suma, para el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la migración desde otros países de América Latina, las condiciones de ‘disponibilidad laboral’ encuentran singularidades que explican la proliferación de las Apps de mensajería como Rappi, Glovo, Pedido Ya, Treggo, IFood, entre otras.

Esta forma de empleo es propia de ciudades grandes, no sólo porque allí hay una concentración de segmentos de este tipo de ‘disponibilidad laboral’ -según otras descripciones, en otras ciudades, como Bogotá, San Pablo o Santiago de Chile, hay situaciones parecidas- sino porque, además, allí hay una estructura de desarrollo para consumos variados, segmentados, posibles de ser transferidos por estas vías. Esta ‘uberización’ del trabajo, donde la conexión se establece mediante una plataforma que se administra desde el celular, con pagos por trabajo realizado, en su mayoría en depósitos de cuenta bancaria con posterioridad a la certificación de la entrega (incluso el pago puede darse por completo una vez cumplido el mes) viene impulsado, al mismo tiempo, por toda una ideología empresarial que destaca la supuesta libertad horaria para el empleado y la correlación de que sus montos dependen de la ‘capacidad de disponibilidad’ para ofrecerse como trabajador.

“A los cambios propios de desagregación de las formas tradicionales de vida colectiva, las heterogeneidades sociales y la presencia (y abuso) de las tecnologías como vehículos de socialización, debe sumarse ahora la introducción del celular como intermediario de la propia ‘reproducción social de la existencia’, bajo la forma de un empleador abstracto y sin tiempos de descanso, ni cobertura social, ni sindicalización, ni margen de negociación colectiva de ningún tipo”, señala un reciente estudio del Centro Estratégico de Geopolítica (Celag).

Otros dos fenómenos no siempre vinculados, pero que contribuyen al fenómeno, continúa el Celag, son: los ‘freelancer’ y el ‘trabajo desde la casa’, este último que amplía la brecha de género, ya que para las mujeres trabajar desde casa tiende a reforzar la reproducción del trabajo femenino no remunerado.

La dirección de estas ‘metamorfosis en el mundo del trabajo’ en nuestro continente indican que la auto explotación parece ser una trayectoria que tiene todos los elementos dispuestos para extenderse como tendencia. La subjetividad de las y los jóvenes en los nuevos mercados de trabajo latinoamericanos ya parecieran perfilarse según un atributo de los tiempos: una autodisciplina laboral superpuesta con un desvanecimiento de la consciencia de la necesidad de reglas para el mundo del trabajo.

En Latinoamérica uno de cada cinco jóvenes menores de 24 años se encuentra desocupado -el 19,5%. Esta tasa de desocupación representa el triple de la existente en los mayores de 25 años. Y en la tasa de ocupación destacan la informalidad, la precarización y tercerización derivadas de la lógica del emprendedorismo y las nuevas formas del trabajo.

La resistencia

Hace semanas los trabajadores de Glovo, la aplicación para celulares que ofrece servicios delivery, se concentraron en Plaza Moreno de La Plata para consensuar medidas que les permitan canalizar los reclamos para que la empresa los reconozca como trabajadores. Los cadetes no cuentan con un salario fijo, tampoco tienen seguro ni obra social.

Glovo es una compañía internacional creada en 2015 y está presente en 23 ciudades, ya logró más de 2 millones de descargas y 500.000 pedidos anuales, cifras que crecen día a día.

El ex ministro de Trabajo de la provincia, Oscar Cuartango, fue determinante sobre la empresa: “comete fraude laboral”dijo, y agregó: “Empresas como ésta les alquilan la caja en la que transportan los pedidos, les alquilan una especie de soporte donde el trabajador coloca el celular. Después, el trabajador pone el vehículo pero no elige ni los clientes, ni los destinos, ni la tarifa, sino que obedece las órdenes que le da la empresa. Entonces, ¿Cuál es la relación laboral? Es una relación de dependencia”.

Organizaron un sindicato de riders

Los trabajadores de las plataformas de pedidos, como Rappi, Glovo y Uber, crearon su propio sindicato para luchar contra la precariedad laboral que impone el nuevo paradigma de trabajo on demand. La Asociación de Personal de Plataformas (APP, en alusión a las aplicaciones de celular que se usan para brindar el servicio) ya fue registrada en la Secretaría de Trabajo. Busca organizar a los “trabajadores que transportan productos y personas”. “Se están aprovechando de nosotros. Nos prometieron ser nuestros propios jefes pero nos tratan como esclavos”, sostuvieron desde el nuevo sindicato.

“Fuimos convocados a participar de las plataformas con consignas como ‘sé tu propio jefe’ pero rápidamente comenzamos a darnos cuenta de que las aplicaciones funcionaban gracias a nosotros y no podíamos decidir nada”, fue la primera conclusión que sacaron los riders -como se les dice en la jerga- de Rappi que comenzaron a juntarse en julio pasado para compartir sus problemas. Los mismos que casualmente afectaban a los trabajadores de Glovo y Uber.

Las quejas eran compartidas. Las empresas deciden las tarifas y las comisiones por los envíos pero los que pagan impuestos son los trabajadores. Los riders no tienen seguro ni salario fijo, deben aceptar los “términos y condiciones” sin chistar, comprar los uniformes y las cajas de traslados con la publicidad de la empresa y corren el riesgo de ser bloqueados por el empleador ante cualquier conducta o respuesta inadecuada.

“La plataforma sólo permite que los clientes nos califiquen a nosotros. ¡Pero no a las propias plataformas! Nuestros celulares están llenos de insultos y bajas calificaciones que luego las plataformas utilizan para asignarnos peores viajes”, fue otra de las quejas compartidas entre los trabajadores.

Los riders sienten que la APP será una forma de “darle mayor legitimidad” a sus reclamos. “Queremos seguir trabajando. No nos queremos ir. Sin embargo, somos pocos los que podemos aguantar más de unos meses trabajando así. Por eso fundamos un nuevo sindicato. Para muchos el trabajo a través de aplicaciones será “la economía del futuro”. Pero qué pasará entonces con los trabajadores del futuro, se preguntaron los impulsores del nuevo sindicato. “Si esta es la economía del futuro, ¿cómo puede ser que trabajemos en condiciones tan precarias? Si este es el futuro de la economía, vamos a tener que construir los sindicatos del futuro. Si no lo hacemos, los miles y miles de trabajadores que vendrán a trabajar en las plataformas no tendrán quién los defienda”, cerraron.

Bloqueo a la Comisión Directiva

Las condiciones laborales de los trabajadores y las trabajadoras de Rappi son tan precarias que la plataforma puede despedir con un simple click, sin -por ahora- mayores consecuencias. Aprovechándose de esta discrecionalidad, la empresa de mensajería colombiana que arribó este año a Argentina bloqueó a la Comisión Directiva de la recientemente creada Asociación de Personal de Plataformas (APP).

Fue luego de una reunión en la que representantes de los trabajadores llevaran el reclamo del reconocimiento de la relación laboral de dependencia que existe entre la aplicación y los mensajeros. Rappi aprovechó el encuentro para identificar a los trabajadores organizados, creando una verdadera lista negra que luego utilizó para realizar estos bloqueos persecutorios. Entre los despedidos se encuentra Roger Rojas, secretario general de APP.

La Policía de la Ciudad custodió la reunión, filmando y sacando fotos, por lo que es probable que hayan colaborado con la identificación de los trabajadores.

Ante este atropello a los derechos laborales la APP dio a conocer un comunicado que entre otras cosas señala:

El viernes por la mañana los trabajadores de plataformas se movilizaron a las oficinas de la empresa Rappi. Fueron acompañados por cientos de trabajadores de la economía popular para exigir que las autoridades de Rappi los reciban y hagan eco de sus reclamos sobre las condiciones de trabajo. Los repartidores reclamaron que la empresa reconozca la relación laboral y exigieron que se establezcan instancias para acordar un ingreso fijo y la cobertura de riesgos de trabajo por accidentes. Quienes debían dar respuestas sobre la situación que atraviesan los trabajadores se negaron a recibirlos dejando a empleados administrativos sin poder de decisión a cargo de la reunión.

Mientras los repartidores se encontraban concentrados en las inmediaciones de la calle Castillo, la reunión que se realizó puertas adentro de la empresa fue custodiada por seis efectivos de la Policía de la Ciudad. Estos no sólo fueron partícipes sino que también tomaron fotos y filmaron la reunión que el secretario general Roger Rojas, junto al asesor legal del sindicato APP, Juan Manuel Ottaviano, mantuvieron con los administrativos de Rappi. Por la parte patronal integraron la reunión el responsable de seguridad y la encargada de comunicación institucional de la empresa. Pero ante la excusa de no poder tomar decisiones y la intransigencia de los directivos, Rojas y su asesor se retiraron de la sede. También había acompañado la reunión el titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular de Capital, Rafael Klejzer.

Horas más tarde tres miembros de la Comisión Directiva provisoria de APP fueron “bloqueados”, incluido Roger Rojas, que había participado de la reunión. Habitualmente la empresa ejerce facultades de control y sanción sobre los repartidores mediante la inhabilitación o el bloqueo de la aplicación. Es evidente que los tres integrantes de la Comisión Directiva fueron despedidos (bloqueados) como consecuencia directa de la legítima protesta, atentando contra la libertad con la que cuentan las organizaciones sindicales para ejercer su derecho a organizarse y peticionar.

APP ya inició gestiones para solicitar judicialmente la reincorporación inmediata de los trabajadores sindicalizados despedidos en violación de los principios de la libertad sindical que rigen en Argentina. “Van a usar toda la violencia contra la organización de los repartidores, pero nosotros no vamos a irnos callados a nuestra casa. No tenemos nada que perder. Quieren cortar rápidamente la primera organización de plataformas, pero nosotros contamos con la solidaridad de muchos, aquí y en todas partes”, manifestó Roger Rojas. “Desconocen toda ley laboral ¿Cómo no van a violar la libertad sindical?

Servicios rápidos, la rama más grande de un sindicato amigo de las empresas

En el año 2014 trabajadores y trabajadoras de McDonald’s, Mostaza, Subway y Burger King pasaron de un día para el otro a pertenecer al sindicato de trabajadores pasteleros, tras un acuerdo entre Luis Hlebowicz, titular del gremio, y Carlos Tomada, en ese entonces Ministro de Trabajo de Cristina Kirchner. Así, 17.000 empleados pasaron a ser “pasteleros” a cambio de no tener ningún delegado en las cadenas. “Un combo que incluye comida en poco tiempo, salarios muy bajos y negociados entre los dueños y el sindicato de pasteleros”, denuncian desde la opositora lista Celeste y Blanca del gremio de Pasteleros.

Los chicos que recién empiezan ganan 6.000 pesos trabajando 6 días a la semana y en los momentos en que la empresa quiere. Una realidad que contrasta fuertemente con ganancias como la de la empresa de “la cajita feliz”, que “en el primer semestre del año ganó 2.872 millones de dólares, un 10% más que en el mismo período del 2017”.

“A un compañero que llevaba 10 años lo echaron por quejarse en el sindicato por el maltrato recibido -confirma Pablo, un trabajador de servicios rápidos. Hoy en día no existe el pago de horas extras, no hay horas de estudio y en los recibos de sueldo faltan horas de las que nadie se hace cargo”, denuncia.

Pero las paupérrimas condiciones salariales son sólo una cara de la situación. También están la multitarea y las condiciones higiénicas de trabajo, para mencionar sólo algunos otros aspectos.

En ese sentido, Pablo también relata: “Trabajamos siempre con productos vencidos que guardamos en el cuarto de basura por si viene algún control. No podemos quejarnos, si vamos al sindicato de ahí llaman para dar nuestro nombre y nos despiden”.

En 2015 se viralizó una publicación de María Del Rosario Fernández que daba cuenta de la precarización en la sede de Avenida Rivadavia 6225 de Burger King, donde fotografió a un joven empleado haciendo tareas de plomería en la calle. “Me acerqué y le pregunté si eso se lo abonaban aparte, y me dijo: ‘no, nada que ver, en mi calificación laboral dice tareas varias’.

Según su relevamiento, “el gremio de pasteleros tiene 37.000 empleados y servicios rápidos es la rama más grande, pero la peor remunerada”.

Una nueva generación de despedidos

El politólogo Brian Majlin señala en Página 12 que “los actuales jóvenes viven por estos meses su primera gran crisis desde la del 2001. Una devastadora ola de despidos masivos, reformas en danza que perjudicarán particularmente a los jóvenes, recortes en la seguridad social para estudiantes y desempleados, y el eterno plan de hacerlos trabajar gratis”.

Aunque pasaron años de contrataciones precarias -especialmente en el empleo público- y de trabajo no registrado -en negro-, no había habido una ola de despidos como la actual, que además viene ayudada por la facilidad para despedir bajo la no renovación -o rescisión- de contratos eventuales que cumple el sueño del ex secretario de Empleo, Miguel Angel Ponte, para quien contratar y despedir es “como comer y descomer”.

Desde la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) señalan que cerca del 65 % de los despidos afectan a la juventud. Muchos de los despedidos estaban bajo modalidades por las que no se les reconocían aguinaldo, vacaciones ni incluso una indemnización.

En el debate sobre los modos de combatir el desempleo joven hay dos vertientes, señala Majlin: “enfocarse en ellos y sus capacidades o enfocarse en los empleadores y sus necesidades. Y ambas se cruzan. Adecco, empresa referente en todo el mundo en consultoría sobre Recursos Humanos, realizó en 2017 una encuesta a más de 20.000 argentinos de entre 18 y 24 años, de la que resultó que el 60 % de los jóvenes ve a su edad como un problema para conseguir trabajo, y el 89 % considera que tener una experiencia laboral previa es determinante”.

La edad es condicionante de la trayectoria laboral de los jóvenes. Y el origen social también, así como el género y el nivel de formación, concluyen estudios de organismos internacionales y también del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Analizando el período 2010-2016, en una ponencia revelaron que los jóvenes tienen un 97 % más de chances de ser precarizados y, entre ellos, las mujeres en un 61 % más que los hombres.

El costo de vida es otro punto saliente de la precarización: por ejemplo, el alquiler -quizás el mal predominante entre la juventud- se lleva entre el 30 y el 60 % del salario, según un estudio de la UMET de mediados de 2017. En este contexto, la existencia -o no- de planes oficiales para paliar la brecha de riqueza y acceso de los jóvenes es clave.

Otro eje sobre el desempleo es su supuesta inevitabilidad: los que sostienen esta idea dicen que la tecnología y la automatización están acabando con el trabajo humano y que los jóvenes no tienen la formación requerida. Por eso, dicen, la reforma laboral es inevitable. Pero descartada la reforma general por la resistencia de los trabajadores, se pasó a un cambio por convenio donde se busca instalar la figura del “aprendiz”, que ya rubricó el gremio ferroviario: un rubro degradado para los que ingresan por primera vez al trabajo y cobrarán la mitad del salario. Se busca flexibilizar los convenios “para mejorar costos laborales y la competitividad”. Sus defensores insisten en que es inevitable como el fin del trabajo humano.

Aunque la discusión sobre el fin del empleo humano oculta el verdadero eje: qué producción se hace, mediante qué trabajo y para qué sociedad se produce.

Una cultura de la incertidumbre

El mencionado estudio del Centro Estratégico de Geopolítica (Celag), “Empleo joven en América Latina: rendimiento, alienación y utopía”, señala como una de las respuestas a la inevitabilidad del fin del trabajo humano al ‘emprendedorismo’, que traslada el problema social de la creación de empleo al individuo, que fortalece el principio competitivo y desigual de lo neoliberal.

Tener trabajo depende de la iniciativa individual para ‘crear’ su propia empresa, como si el trabajo se resolviera con el solo ejercicio de la voluntad de las personas. Es el discurso funcional de las derechas contra los programas de bienestar social, según el cual el problema de la pobreza radica en que los pobres quieren seguir siendo pobres, son perezosos y se acostumbraron a vivir de los subsidios, obviando que las empresas en América Latina son las entidades que reciben mayores subsidios estatales y quienes más exenciones impositivas tienen.

En las tramas discursivas que venden el ‘emprendedorismo’ como “la actividad de las personas que miran hacia el futuro”, se suelen utilizar argumentos que dejan entrever en el fin del trabajo asalariado una supuesta superación del capitalismo explotador del trabajo. Emprender no es sólo para ricos o universitarios, dice el ex ministro de Modernización de Mauricio Macri, Andy Freire: “se necesita coraje y convicción de lo que uno quiere emprender” como tesis central de su libro de autoayuda Emprender es Pasión.

Los emprendimientos de los que hablan los neoliberales resultan un concepto con endebles bases argumentativas y está muy lejano a la realidad. Los intersticios de la política capitalista de dicha doctrina están sustentados en la explotación de otras personas (o en la auto explotación) en condiciones de precarización laboral, requieren de capital para poder ser efectivas y tienen pocas posibilidades de éxito con mercados desregulados y con una voraz competencia global.

Tal idea de ‘emprender’ es, entonces, una versión de la competencia capitalista que se basa en la desigualdad, que se muestra como pluriclasista (pues, en teoría, sólo se requiere voluntad) pero realmente tiene como origen la idea de no generación de trabajos plenos, formales, con garantías. Una situación agravada para la población joven sin formación en la educación superior y también para las mujeres.

El 78.1% de las mujeres de la región latinoamericana que están ocupadas lo hacen en sectores definidos por la CEPAL como de baja productividad, lo que implica peores remuneraciones, menor contacto con las tecnologías y la innovación y, en muchos casos, empleos de baja calidad.

Una manera eficaz para destruir el trabajo pleno y, con ello, desestructurar la conciencia laboral es que las y los jóvenes tienen muy pocas oportunidades para afiliarse a un sindicato o crear una forma de disputa por sus derechos, los cuales les han dicho que son cosa del pasado. De siete países consultados, la tasa de sindicalización más alta es en Argentina con el 37%, seguida de Uruguay, con el 34%, Brasil 17%, Chile con el 14,2% México 13,2%, Colombia 9,2% y Perú con el 5,2%.

A modo de reflexión final

“La subjetividad juvenil ha de luchar por la salud laboral y social y por la reintegración de la sociedad en la naturaleza”, sostiene el intelectual vasco Iñaki Gil de San Vicente en un reciente artículo titulado “Debate sobre la subjetividad de la juventud trabajadora”,  publicado en lahaine.org

Y remata: “Dado que la subjetividad alienada cree que el Estado es neutral servidor de la “justicia”, que no es opresor, sino que a lo sumo comete algunos errores y abusos corregibles desde sus propias leyes “democráticas”, sabiendo esto, la subjetividad de la juventud trabajadora ha de mostrar cómo la teoría marxista del Estado queda confirmada una vez más mediante la opresión de clase que sufre.

De modo que si la juventud obrera quiere ser libre ha de destruir el Estado. Pero también sabe que la independencia socialista exige un poder propio, una Comuna o Estado obrero que garantice la autodefensa, la propiedad colectiva de las fuerzas productivas, la democracia consejista, la solidaridad internacional…”.

Fuentes: ANRed, Resumen Latinoamericano, La Izquierda Diario, Página 12, lahaine.org



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