30/10/2018

Juicio a la Brigada de Investigaciones de San Justo: testimonios de la novena audiencia

El miércoles 24 de octubre se desarrolló la novena audiencia en el marco del juicio donde se investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en la Brigada de San Justo. En dicha brigada hubo 84 víctimas, 31 de ellas desaparecidas. De los 19 imputados, la mayoría están en sus casas, y sólo 4 están detenidos en prisión común. Hubo cuatro testimonios de Sigfried Watzlawic, Helena Alapín, Laura Clarisa Lafleur y Lautaro Martín Lafleur. Por Juicio a la Brigada de Investigaciones de San Justo | Fotos: Juan Cicale.


Sigfried Watzlawic, de 76 años, militó en el Partido Comunista y llegó de Perú con su familia a los 5 años. En la noche del 10 de diciembre de 1977, una patota de cinco o seis personas armadas rompieron la puerta de calle, subieron las escaleras y entraron violentamente a la casa de Sigfried Watzlawic, un tornero de Lanús Este.

“Estaba con mi esposa y mis dos hijas de 2 y 3 años, nos colocaron cuerpo a tierra con total salvajismo, rompieron el tapa rollos, decían que eran de las fuerzas conjuntas y buscaban armas. Fue un cuadro que no olvido nunca más”. Lo subieron a una camioneta y se lo llevaron; antes de llegar a la Brigada pararon por dos lugares donde secuestraron a otros. “Llegamos, me desnudaron y me picanearon, y no paraban de hacerme preguntas, que dónde estaban las armas, a qué organización subversiva pertenecía…. Picaneaban, preguntaban sin esperar respuesta”.

Luego lo encerraron en una celda con Aníbal Ces, la señora, otra chica y el Negro Black que estaba muy golpeado. “Vinieron dos o tres sesiones de tortura, picana, golpes, todo era una locura, hablaban de atentados, preguntaban dónde estaban las armas, querían que delatara a dos o tres personas, me amenazaban con matar a mis hijas”. Sigfried cuenta que el Partido Comunista no adhería a la lucha armada y él no tenía armas. En una oportunidad que lo llevaron al baño, encontró una Gillette y decidió suicidarse. “Estoy vivo de casualidad. Me corté los dos brazos. Estaba en un charco de sangre cuando se despertó el Negro Black y empezó a los gritos. Entonces vinieron a sacarme de la celda, y al arrastrarme me golpearon la cabeza y se produjo otra herida. Ahí me dejaron tirado en el piso y se fueron. Me quise suicidar porque yo no iba a delatar a nadie, no quería que nadie pasara por eso. Pasado un tiempo prolongado, vino un médico que me coció los brazos, la cabeza no porque era una posición incómoda. Aclaró: ‘A éste lo dejo así, voy a pedir que lo maten’”.

Estuvo en una celda donde escuchaba torturar todo el tiempo. Supo de muchachas secuestradas del ERP y Montoneros, pero no conoció sus nombres. Reconoció que era la Brigada de San Justo por un avión que pasaba haciendo propaganda de Huracán de San Justo. Como otros testigos contó que los torturadores se hacían llamar por los apodos de Rana, Lagarto, Panza, Jirafa, Alacrán, Víbora.

En un álbum de fotos que le mostraron reconoció a Héctor Horacio Carrera y a Rubén Alfredo Boan alias Víbora, ambos imputados en este juicio. “En el mes de marzo del ‘77 nos llevaron a un campo en Carazza. Nos pusieron arrodillados y nos decían que nos iban a quemar. Nos sacaron la venda, nos empujaron a una zanja y se fueron. Dijeron que íbamos a estar vigilados. Nos habíamos salvado”. Por boca del mismo Negro Black, él supo que lo había delatado y reflexionó: “Yo lo justifico… hay que estar ahí para saber lo que es la tortura”. Y cerró su declaración con este deseo: “Yo quisiera que ese lugar se cierre y haya allí un lugar para la memoria, la verdad y la justicia. Ahí había una sala de torturas con picana, esas cosas no pueden volver a pasar nunca más en Argentina. Ese lugar no puede funcionar más”.

Helena Alapín, de 75 años, fue esposa de Gustavo Horacio Lafleur quien sigue desaparecido. Su compañero inició su militancia en Cristianismo y Revolución, para luego incorporarse a la JP y activar en la JTP. Era maestro mayor de obra, pero había ingresado a trabajar en una fábrica. “Nosotros no éramos clandestinos, vivíamos en un domicilio conocido por familiares y compañeros”.

El 10 de noviembre de 1976, alrededor de la 1.30 de la mañana entraron a su domicilio en Castelar entre 7 y 8 personas vestidas de civil y les pusieron una pistola en la cabeza a cada uno. El operativo duró tres horas. “Pedían nombres. Él nombró a Pedro De Martín, un conocido dirigente político de la zona y a dos compañeros que se habían ido a Venezuela”. A los chicos les permitieron que permanecieran con ella en un cuarto. Lautaro iba a la escuela Cristiana Evangélica. “Se tomaron las botellitas de bebidas alcohólicas que coleccionaba mi hijo. Y se llevaron una agenda mía”. Escuchó decir: “Nos llevamos a él, a ella la dejamos”. Cuando preguntó a dónde lo llevaban, le respondieron a Córdoba. Yo tenía 33 años, y Gustavo 32. Esa madrugada fue a dormir con los chicos a casa de unos vecinos y de allí realizó llamada telefónicas.

Además, como en su agenda figuraba el nombre de la pediatra de sus hijos, fue a verla para avisarle lo sucedido. “Ella me dijo que no tenía porqué irse de su casa. Con el tiempo me enteré que fueron a ‘visitarla’ pero no la secuestraron”. De su casa se fueron ese mismo día, peregrinaron durante un tiempo entre la casa de sus padres y de sus suegros, hasta que lograron venderla y compraron en Catalina Sur, nuestra casa hasta el día de hoy. “Mi hijo mayor no quería ir a su nueva escuela, quería levantarse a las cinco de la mañana y viajar a la escuela de su barrio. En el nuevo barrio recibimos enormes muestras de solidaridad. Lo mismo que sucedió en la escuela, donde hubo mucha compresión. También fueron a otro departamento que mi marido había dado, no encontraron a nadie porque el muchacho había viajado a Brasil. Pero al tiempo regresó y lo secuestraron. Era el hijo el pintor León Ferrari”.

Luego vino el periplo de los Habeas Corpus, algunos de ellos están registrados en la CONADEP. “Los resultados siempre fueron negativos. Fuimos al Primer Cuerpo de Ejército; mi suegra, Neffel Picarel de Lafleur, fue al Ministerio del Interior y a la Base de Morón, entre tantos otros lugares. Concurrí a una misa de Monseñor Laguna y él me dijo que vea al cura Caselli. Fui dos veces. En la primera me mostró una lista donde estaba Gustavo y luego me dijo que no había novedades. Allí me contactó con familiares que se estaban reuniendo en la Liga por los Derechos del Hombre, con Las Madres y comienzo a militar en organismos de derechos humanos”.

En Italia se reunió con Andrés Imperioso, un trabajador de aeronáutico. “Él me contó que el ejército cayó a su casa para que entregara a Cocó, que había estado un tiempo en su casa. En ese operativo estaba Pablo Szir, para nosotros El Gordo Luis. Andrés le cuestionó qué hacía ahí con uniforme, y le respondió: ‘Y… ellos ganaron’, y cuando preguntó sobre Gustavo le dijo: ‘Perdió porque se pasó de piola’”.

Luis Zamora, en la causa ‘Perez, Jaramillo y otros’, encontró que entre los otros figuraban Gustavo Lafleur, José Rizzo y otros que habían sido vistos por el testigo Horacio René Matoso en la Comisaría de Valentín Alsina y venían de la Brigada de San Justo.

“Sufrimos lo que sufrieron todos. Lo peor es no tener una tumba, no tener un lugar, porque forma parte de los ritos culturales de la humanidad tener un lugar donde recordar a sus muertos. La desaparición es una de las peores cosas que le puede suceder a una persona”, dijo Helena. – Laura Clarisa Lafleur, de 44 años, artista, hija de Gustavo contó: “Yo no tengo recuerdos de él porque sólo tenía 2 años; lo conozco por los relatos de mamá y mi hermano. Sabía que lo habían llevado unos soldados malos, que no iba a volver. Veía una foto y decía: ‘Pobre papito, te van a pegar’”.

Conoció la casa de Castelar, pero nunca se animó a entrar. En la escuela primaria de Ituzaingó, donde había concurrido su papá, hay una baldosa con su nombre. En un momento, Laura levantó bien alto el pañuelo blanco que durante años llevó su abuela Neffel Picarel de Lafleur; lleva el nombre Gustavo Horacio Lafleur Picarel en letras bordadas. Se lo mostró a los jueces y a la audiencia. Sus ojos brillaron y se le dibujó una sonrisa suave. Supo por el testimonio de René Matoso que su padre y sus compañeros estaban muy delgados.

Laura continuó: “Es un proceso muy largo, difícil de entender, al principio fue como que miré una película. A los 21 años dejé de menstruar, tuve que enfrentar esa situación, ahora tengo dos hijos. Yo lo uní a que nunca hice un duelo, de grande lo vas elaborando. Lo que me duele es no saber cómo murió mi papá, cuándo, cuánto tiempo estuvo en cautiverio, que es muy probable que lo hayan torturado. Ahora lo puedo pensar, lo siniestro de que alguien desaparezca”.

Preguntada por si quería agregar algo más a su declaración, concluyó: “Me parece que estoy contenta de que haya un juicio, poder aportar, que se haga justicia, que los represores paguen con justicia acá en la tierra, yo no creo en la justicia divina… Que la Brigada de San Justo donde hoy funciona la DDI se convierta en un espacio de vida, cultura y encuentro”.

Lautaro Martín Lafleur tiene 48 años; cuando desapareció su papá tenía 6. Mientras duró el operativo, estuvo en un cuarto junto a su mamá y su hermana, una persona vigilaba fuera de la habitación. “Se escuchaban gritos, la voz de mi padre también”. Sabía de la militancia de su padre en términos generales. Circulaba mucha gente en su casa. “Yo a mi papá lo acompañaba a reuniones y percibía una situación de peligro”. De su casa, la imagen que más recuerda es que cuando se fueron estaba todo revuelto. “Con nosotros vivió un tiempo el hijo de León Ferrari, que también lo desaparecieron. Yo supe que mi papá estuvo en la Brigada de San Justo, pero nunca entré a ese lugar”.

“De lo que pude reconstruir de la militancia de mi padre, es que desde sus inicios se vinculó al peronismo, luego integró el MRP y con Gustavo Rearte formaron Montoneros”. “No sé explicar cómo me marcó su ausencia, sí en forma negativa, pero siempre me costó hablarlo, también supe que no debía hablarlo, recién en el secundario pude abrirme un poco más… Mi deseo es que la Brigada de San Justo se convierta en un espacio de memoria”. 

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Más información: https://juiciobrigadadesanjusto.blogspot.com.ar/



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