13/01/2009

«La esclavitud en la tierra de nadie»

«Nos fuimos de Capital porque había demasiados controles» fue lo que dijo ante las cámaras de canal América Joaquin Ticlla , el dueño del taller esclavo ubicado en la Avenida San Martín 938, en el partido del mismo nombre y a pocas cuadras de Nobleza Piccardo y Carrefour. En ese taller, hasta ayer, diez costureros eran sometidos a trabajo esclavo, en agotadoras jornadas desde las 6 hasta las 22 hs.


Por Gustavo Vera, presidente de la cooperativa la Alameda

La mayoría de los costureros había sido traído directamente de Bolivia con promesas engañosas, la minoría había sido reclutada en la esquina de Cobo y Curapaligue. Todos estaban indocumentados.

Al mediodía del martes 13, Alfredo Mamani, un costurero de 23 años, llegó a la Alameda con su esposa y su beba de dos meses. Su cara estaba desfigurada: un ojo destrozado, el labio inferior hinchado, el cuello rasguñado, su remera desgarrada y con manchas de sangre y su tabique fracturado (ver foto). Su sangre también había quedado en el taller textil de San Martín, donde trabajaba de sol a sol junto a sus compañeros por una paga miserable que ni siquiera se efectivizaba. El costurero fue reprendido por el encargado, un tal Marcelo, por no hacer la tarea que se le había encomendado minutos antes y lo agredió con el rodillo de la over en el rostro y luego lo golpeó sin miramientos. La insólita agresión era claramente una excusa para agredir y echar al costurero sin pagarle las deudas salariales que venía reclamando desde hace semanas. A fines de diciembre y principios de enero, las expulsiones violentas de los costureros son un clásico en la industria textil clandestina: termina la temporada y fabricantes y talleristas se desembarazan de sus esclavos con cualquier excusa, lanzándolos a la calle.
costurero.jpg

Al poco tiempo llegó la policía llamada por la esposa del costurero que, por supuesto, nada hizo. Tan sólo llamar a la ambulancia para dejar a Alfredo y su familia en la guardia del Hospital Thompson, donde lo hicieron esperar más de dos horas sin atenderlo.

Harto del manoseo, Alfredo fue a la Alameda y allí denunció todo lo que estaba ocurriendo en ese taller ubicado en esa tierra de nadie que es el Partido de General San Martín, donde la policía coimea, los hospitales no atienden y los esclavistas se hacen la América.

Más de una hora llamamos al Ministerio Público Fiscal de San Martín que nos dejó esperando eternamente a la «operadora» que nunca atendió.

Alfredo y su esposa querían recuperar desesperadamente sus pertenencias que estaban en el taller y también a su sobrina, H. Q , una adolescente de 17 años que también era sometida a la servidumbre y que había sido directamente traída de Bolivia al taller.

Se convocó al primer canal que se hizo eco de la denuncia para invitarlos a ir al taller urgentemente a rescatar a la menor y a las pertenencias de los costureros.

A las cuatro y media de la tarde llegaron una docena de costureros de la Alameda y los periodistas de América. El tallerista, Joaquin Ticlla, con mujer y tres hijos, nacido en Oruro y ex policía en su tierra no opuso resistencia al requerimiento de pasar al taller a retirar las pertenencias de Alfredo y a su sobrina H Q. Así fue que los miembros de la Alameda y del canal América ingresaron al taller. Mientras se recogían las pertenencias, las costureras de la Alameda dialogaban con las otras costureras aterrorizadas que aprovecharon la oportunidad para irse del taller junto con Alfredo, hartas del encierro y la explotación.

Taller.jpg

El taller es una casona derruida, con habitaciones en la entrada tras una persiana azul, con un patio interno y en el fondo el taller. Solamente había dos baños y una habitación precaria en la terraza. Allí trabajan diez costureros para las marcas Ramirson (camperas) y Lidas jean. A los costureros les pagan $ 1,50 por la confección de cada jeans. Pero este miserable precio es virtual, porque todos tienen deudas salariales y apenas recibían migajas de adelanto para subsistir. El taller existe en San Martín hace dos años y es uno de los típicos talleres que se escapó de la Capital ante las denuncias de la Alameda y la oleada de inspecciones. Como ya denunciamos en otras oportunidades, San Martín parece ser una de las zonas liberadas predilectas de los esclavistas.

Ante las preguntas del periodista, el tallerista no quiso revelar quienes eran los fabricantes, es decir, los máximos responsables de ese taller esclavo. No podía decirlo porque, según el tallerista, los fabricantes «son mis benefactores. Ellos me ayudan, me dan máquinas. No puedo ir contra quienes me dan de comer» (sic)

En este momento, seis de los diez costureros, incluida la menor, están alojados en la Alameda. Alfredo está siendo atendido en un hospital con diagnóstico de triple fractura del tabique nasal y otras contusiones. Mañana por la mañana, la Organización Internacional para las Migraciones los espera temprano en su sede para darles contención, orientación y alojamiento.

Mientras tanto, aún esperamos los colchones del gobierno de la Ciudad ( que se lava las manos sistemáticamente ante estos casos) para que los costureros duerman al menos dignamente una noche. También esperamos que alguien nos atienda del Ministerio Público Fiscal de San Martín o de la UFASE del Ministerio Público de la Nación.

La Alameda y un canal de televisión fueron a la tierra de nadie a rescatar a los costureros esclavizados. Y ahora esperan en el país de nadie, que alguien se digne a hacer algo por ellos.

Cuando termine estas líneas, el intendente de San Martín, el comisario de la zona, los de guardia en el Ministerio Público Fiscal o el Ministerio Público de la Nación, los jóvenes funcionarios de Desarrollo Social de la Ciudad estarán duermiendo plácidamente en sus casas, mientras los costureros esperan en un rincón de la Alameda que se cumpla alguna ley, alguna convención internacional en este bendito país.

Gustavo Vera, presidente de la cooperativa la Alameda (1561584835)



0 comentarios

1000/1000
Los comentarios publicados y las posibles consecuencias derivadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores. Está prohibido la publicación de comentarios discriminatorios, difamatorios, calumniosos, injuriosos o amenazantes. Está prohibida la publicación de datos personales o de contacto propios o de terceros, con o sin autorización. Está prohibida la utilización de los comentarios con fines de promoción comercial o la realización de cualquier acto lucrativo a través de los mismos. Sin perjuicio de lo indicado ANRed se reserva el derecho a publicar o remover los comentarios más allá de lo establecido por estas condiciones sin que se pueda considerar un aval de lo publicado o un acto de censura. Enviar un comentario implica la aceptación de estas condiciones.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Ir arriba