La revolución de «las de piel suave y corazón guerrero»
Hace algunas horas que bajé del micro que me trajo hasta Lanús desde la alejada patagonia, pero aún no he podido bajar de la emoción que me dejó el 33° Encuentro Nacional de Mujeres. En un año visagra para todo el movimiento feminista, luego que nos fuera negado nuestro derecho a decidir en el Senado de la Nación, una vez mas la marea verde demostró que está mas viva que nunca, un fuego que no para de arder. Por Leticia Corral para ANRed
Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero.
Alejandra Pizarnik
Muchas cosas nos dejó este 33° Encuentro Nacional de Mujeres. Emociones, discusiones, estrategias pero por sobre todas las cosas, la enorme esperanza de sentir que otro mundo es posible.
Esta revolución en marcha que tiene cara femenina, va dando sus primeros pasos, contagiando a todos, dándonos un poco de respiro en un año que no ha parado de darnos disgustos a toda la clase trabajadora.
Fuimos miles en las calles de Trelew, luego del embiste que nos dió el Senado cuando nos negó nuestro derecho a ser ciudadanas plenas al poder decidir sobre nuestros cuerpos. Sin embargo, lejos de acallarnos nos fortalecieron.
A pesar de no tener un peso hicimos lo imposible por viajar muchas. Nos ayudamos, porque todas sabemos que no se vuelve igual despues de un encuentro. Siempre vuelvo con nuevas historias para contar, desde las mas simples como las de aquellas compañeras que por primera vez pusieron un pie en la patagonia y contemplaron el mar que nunca habían conocido, hasta aquellas que se han fortalecido y sobrevivieron a las peores violencias machistas.
Éste movimiento feminista, va transformando el aire y nos demuestra que aún existen jirones de comunidad, allí donde el capitalismo ha corroído nuestros lazos sociales, fomentando el invidualismo y la competencia.
Aún cierro los ojos y recuerdo las imágenes de la marcha, que contra todo el miedo vomitado por los medios de comunicación hegemónicos que aconsejaban no salir de sus casas frente a las «violentas feministas», la gente aplaudía al paso de las columnas que brillaban por el colorido, el glitter y la alegría. Me emociona recordar las viejitas que alzaban el pañuelo verde y sonreían. Esas que han debido callar las violencias, fueron las abuelas de todas las nietas que marchábamos felices. Las niñas que desde las terrazas de sus casas, saludaban con el pañuelo que decía «Ni Una Menos» precisamente allí, en esos barrios donde la trata y el narcomenudeo las tiene como víctimas.
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Las familias que nos abrían la puerta de sus patios, para cargarnos las botellas de agua, porque fueron 5 km de caminata agotadora, pero que a pesar del cansancio nadie podía aflojar.
La marcha es solo la frutilla del postre que cierra las jornadas de debate y construcción política del encuentro. Esta vez al grito de «Plurinacional» una mayoría acordabámos la necesidad por primera vez en la historia de nuestro país, de reconocer a nuestras hermanas de los pueblos originarios su importancia como sujetas políticas indispensables en esta construcción feminista. No se trata de «abrirles espacio», apelando a la demagogia sino comprender la heterogeneidad de nuestro movimiento, con sus particularidades que lo hacen especialmente diferente a otros movimientos feministas del mundo.
La intimidad de los talleres, nos ayuda a practicar nuevas formas de hacer política sin imponernos verdades reveladas, porque ninguna puede jactarse de tener la solución «al problema del patriarcado», porque hemos entendido que no hay nada mas violento que nos quiten la voz. Como una especie de homeostásis, cada grupo pone frenos a formas machistas de dialogar, porque aprendimos que no vamos a permitir que se nos imponga qué decir, y menos aún cómo actuar. Se practica el consenso, aún cuando las posturas son opuestas y durante estos 33 años no nos hemos dividido, sino que nos hemos multiplicado.
Todas sabemos que lo personal es político, y transformamos ese espacio personal devolviéndole politicidad a la esfera «privada», doméstica. Pero ahora vamos por mas, a transformar el espacio político, que es el espacio masculino del que fuimos excluídas.
Aún no pasaron 24hs que puse un pie en Buenos Aires, y cuando nos despedíamos esta madrugada ya estabamos planeando la próxima reunión, porque en octubre de 2019 nos reencontraremos en Ciudad de La Plata, y otra vez seremos nosotras quienes hagamos una marcha multitudinaria contra María Eugenia Vidal, en pleno año electoral. Aún no me olvidé, cuando levantó el pañuelo celeste en pleno debate parlamentario.
Todo va cambiando, con paciencia, de a pasos pequeños. Pero de algo si estoy segura: que mi esperanza volvió renovada desde el sur y que este nuevo mundo será parido por las mujeres lesbianas trans y trasvestis. Este fuego verde violeta arde mas fuerte que nunca.